Por Roberto Quintanar
Medianoche del viernes 26 de septiembre de 1983. El teniente coronel Stanislav Petrov observó cómo la pantalla en la base Serpukhov-15 se ponía en color rojo. Él era “el dedo que podía apretar el botón” y responder a una agresión militar estadounidense.
Los sistemas satelitales indicaron esa madrugada que la pesadilla era un hecho: Estados Unidos había lanzado varios misiles hacia la Unión Soviética e impactarían territorio ruso en menos de una hora.
Primero sonó una y luego varias alarmas. La tensión se apoderó de todos en la base. Sin embargo, Stanislav se mantuvo a la expectativa. Nervioso, como todos, mantuvo la sangre fría y trató de analizar la situación. La intuición le decía que era un error…
“Tenía dos opciones: o pensar que los ataques con misiles no parten de una sola base, o que el ordenador ha perdido la cabeza”, rememoró en alguna entrevista. “Estaba preparado para una situación así, porque me habían designado para ese puesto por ser un profesional. Sin embargo, en aquellos momentos no podía evitar una sensación de perplejidad”.
A pesar de que las personas en el búnker esperaban las órdenes de Petrov, el militar e ingeniero informático decidió no tomar acciones y esperar, pues el sistema de detección vía satélite había sido puesto en tela de juicio por varios ingenieros rusos en el pasado.
“Cinco o seis segundos después de que sonara la alarma, miré hacia abajo y vi a la gente que salía de sus sitios de trabajo y se quedaban mirándome, esperando mis órdenes. Les dije que volvieran a sus tableros de control”.
La decisión de Petrov de no avisar a sus mandos superiores y lanzar un contraataque fue acertada. En realidad, los detectores soviéticos se habían visto afectados por la proximidad del equinoccio de otoño: el Sol, los satélites y la Tierra quedaron alineados, algo que provocó que el sistema de detección de calor tomara las radiaciones como misiles. Por ese motivo, este capítulo es conocido como “Incidente del equinoccio de otoño”, que se conoció hasta 1993, dos años después de la desintegración de la URSS.
De haber respondido los soviéticos a la falsa alarma, el mundo habría entrado en un holocausto nuclear y millones de personas hubiesen perdido la vida.
Sumado a aquella terrible catástrofe para la humanidad, el deporte se habría perdido de varios eventos importantes que se dieron en el cierre de aquel año.
En el futbol, Michel Platini se habría perdido del Balón de Oro, toda vez que Europa hubiese estado en medio del conflicto nuclear por los países pertenecientes a la OTAN (EE.UU.) y el Pacto de Varsovia (URSS). El francés fue votado como mejor jugador del año, luego de haber tenido grandes actuaciones como batuta de una Juventus que comenzaba a despuntar como uno de los mejores equipos de Europa.
Los partidos de vuelta de la ronda de eliminación de la Copa de Campeones de Europa no hubiesen sido disputados. Entre los equipos contendientes se encontraba el Dínamo de Minsk de la Unión Soviética, club que ese año alcanzó los cuartos de final (único conjunto bielorruso en lograrlo).
En el box, la pelea del año no habría tenido lugar. Para noviembre estaba programado el combate entre Marvin Hagler y Roberto Durán por el título de peso medio del Consejo Mundial de Boxeo. El estadounidense se impuso por la vía de los puntos al panameño.
Los Phillies de Philadelphia consiguieron un par de días después del incidente el triunfo 7,000 en temporada regular en su historia y se alzaron con el título divisional en el Este de la Liga Nacional. Un par de semanas después, los Phillies fueron derrotados en la Serie Mundial por los Orioles de Baltimore, un evento que tampoco habría sido realizado.
La temporada de la NFL habría sido olvidada en su tercera semana. Los Raiders de Los Ángeles tuvieron uno de sus mejores años, que culminaría con la obtención del Super Bowl XVIII.
Stanislav Petrov evitó una guerra nuclear, pero su decisión de no informar al momento al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética le valió ser relegado a un puesto inferior y vivir enfermo tras sufrir una crisis nerviosa. “A los jefes no les gustaba que sus subordinados fueran más listos que ellos”.
El teniente coronel siempre ha negado ser un héroe. “Sólo soy alguien que hizo su trabajo. Fui la persona indicada en el momento indicado. Mi última esposa no sabía nada al respecto y me preguntó qué hice… y yo le dije que nada”. A pesar de eso, se considera que Petrov, jefe de las defensas aéreas de la URSS, salvó al mundo al tomar la decisión de ‘no hacer nada’.