Alguna vez Ancelotti aceptó en público que Zidane era el mejor jugador al que había entrenado. El francés era un pan dulce en el campo, pero sobre todo era un hombre inteligente, según el propio Carletto. Cuando lo hizo su asistente en el Real Madrid y lo presentó oficialmente a la plantilla, Ancelotti estaba seguro que lo único que no sufriría durante la temporada eran celos de vestidor. Zidane había sido futbolista pero tenía el don de bombero.
Al poco tiempo de que Florentino anunciara la tan anhelada despedida de Rafa Benítez y confirmara la llegada de Zidane casi con el mismo discurso que a sus antecesores, la división de opiniones se hizo palpable como presagio de una tormenta arbitraria e infundada como las que nos acechan en el siglo XXI. Está o no capacitado, era una de las preguntas. “Nunca ha entrenado a un equipo grande”, decían otros que no podía ver a la cara pero seguro tenían el ceño fruncido. A su vez, había quien estaba feliz al saber que por fin podrían descansar sin tener pesadillas con Benítez al apagar la luz sin siquiera detenerse a hacer una reflexión sobre su futuro cercano.
El Real Madrid gana con Zidane en el banquillo. Primero obtiene oxígeno. No sólo Florentino, que al igual que algunos aficionados con Benítez tenía sobresaltos al anochecer con los pitos del Bernabéu, sino también una plantilla presa de la inercia de trabajar con un técnico tan metódico como aburrido en los entrenamientos y partidos. Si algo sabe hacer Benítez con los jugadores talento es secuestrar su creatividad. Con Zidane será al revés. Estimulará lo más sobresaliente de la plantilla merengue, la ofensiva, esa compuesta por un ingenio solo comparable con la del Barcelona.
Zidane unirá al grupo. Se compenetrará porque así es el Madrid. El conjunto merengue no necesita mano dura como decía Florentino o pensaba José Ángel Sánchez, sino a un técnico que sea capaz de entender a un conjunto de individualidades que forman un equipo, porque en el Real Madrid, a diferencia del Atlético o el Barcelona, lo que hay es individualidades, sin embargo, Zidane, que formó parte de la Galaxia de los Ronaldo, Roberto Carlos, Raúl, Beckham, quizás el Madrid más pornográfico (por la sensualidad que despertaba) podrá enseñarle el camino de la unión y la cofradía a aquellas individualidades enajenadas.
Otros jugadores reencarnarán en lo que fueron, grandes jugadores, como James o Isco. Aún recuerdo cuando en ese Real Madrid no le encontraban posición ideal a Zidane. El francés también sufrió como el colombiano o el español de la barba desalineada. Incluso el Bernabéu le llegó a pitar. Sí, a él. Por eso es posible que él, con ese cúmulo de experiencias, puede encontrarle el ángulo a la piedra filosofal de James e Isco.
En resumen. Florentino gana oxígeno al igual que una plantilla perdida en el terrible mundo soporífero. La creatividad ha sido liberada tras seis meses de secuestro. Zidane fomentará la unión y cohesión de la plantilla justo cuando el Barcelona pasa por su primer mal momento de la temporada, con lo cual los merengues se vuelven doblemente peligrosos. La cantera se ilusiona después de ver el ascenso de su extécnico. Adidas, al igual que Florentino, sueñan con lingotes de oro. James e Isco saldrán de la enfermedad reforzados. Y los aficionados, esos rígidos y minuciosos aficionados, pueden ilusionarse por fin con su Guardiola merengue.