Hace seis años estaba en el apogeo de su carrera como profesional. Era la figura, el ídolo del América, el emblema de Paraguay de cara al Mundial. Después de un partido contra Monarcas salió a divertirse al Bar Bar. Recibió un disparo en la cabeza. Su vida cambió. A la distancia asegura que “el futbolista no tiene que salir de noche”.
El incidente puso en predicamentos su vida. Se olvidó de jugar futbol profesionalmente. Esporádicos partidos de homenaje y una aventura en las divisiones inferiores de Paraguay sirvieron para que se despidiera. Aprendió la lección y está dispuesto a transmitirla.
Avisa que será entrenador. “Quiero enseñar más que nada, no jugar más, pero enseñar sí lo que aprendí durante muchos años”, explica en entrevista con el programa Hoy Los Ángeles. Su idea es descubrir nuevos valores que llenen de orgullo al futbol de su país. Desea inculcarles lo aprendido.
Lanza un consejo a las nuevas generaciones: “que se cuiden mucho en el aspecto de no salir mucho, de no salir a discotecas y todo eso”. A cambio podrán disfrutar a su familia.