Una imagen, al igual que tantas otras, dio la vuelta al mundo el jueves. Pero ésta se quedó. La insistencia mediática por lo menos habrá despertado curiosidad y provocado búsquedas rápidas sobre la situación de miles de familias que, entre detonaciones y amenazas, dejan sus casas para salvar la vida en algún país europeo, una vez cerradas las fronteras vecinas. No todos lo consiguen.
Alguien tal vez cambió de opinión al encontrarse de frente con la historia de una huida fallida. La llegada masiva de refugiados a Europa este año es comparada con el flujo migratorio registrado durante la Segunda Guerra Mundial; de acuerdo con El País, entre enero y septiembre, al menos 351,314 personas arribaron a costas europeas.
El futbol entiende el mensaje. Angela Merkel ordenó protección y aseguró que no serán deportados. En Alemania, aficionados y equipos respaldaron la decisión como saben hacerlo. En la pasada jornada, las tribunas que dan aliento a Borussia Dortmund, Bayern Munich, Werder Bremen, Saint Pauli y Hamburgo cambiaron las banderas por mantas de bienvenida a los solicitantes de asilo. El Signal Iduna Park recibió a más de 200 refugiados ante el Hertha.
En la estación principal de trenes en Munich conviven los rutinarios viajeros, los ciudadanos que a diario llevan cobijas, comida, ropa y juguetes para el tercer grupo, los recién llegados. Las donaciones han rebasado el límite de las necesidades inmediatas, el apoyo ha sido impresionante. El equipo imitó el gesto, Bayern jugará un partido amistoso y del evento donará un millón de euros a la causa, ha puesto a disposición sus instalaciones y campos de entrenamiento para los niños y les darán clases de alemán en beneficio de su integración a una nueva vida.
Los campeones del mundo emprendieron una campaña contra la xenofobia, porque también está presente detrás de los grupos de refugiados. Bastian Schweinsteiger, Jérôme Boateng, Ilkay Gündogan, Mesut Özil y Toni Kroos protagonizan el llamado al respeto, y en contra de la “Alemania oscura” que condenó el presidente del país, Joachim Gauck, con tolerancia cero.
La Guerra en Siria, que cuenta cuatro años, la expansión del Estado Islámico con los grupos terroristas, abusos sexuales, detenciones arbitrarias, represión informativa, torturas, son motivos que apresuran el escape de familias enteras desde Siria, Afganistán, Eritrea, Nigeria y Somalia con distintos destinos, Grecia el primero de ellos.
De acuerdo con la Unicef, 5.6 millones de niños, como Aylan, padecen el estado de sitio en Siria. La migración deja de ser alternativa, es obligación y el camino es incierto. Algunos fracasan mientras viajan por mar, otros pagan 8 mil euros por la libertad que prometen al abordar un camión sin ventilación y tampoco llegan a su destino.
Por ellos, la Selección de Portugal guardó un minuto de silencio. Los jugadores se abrazaron en el centro del campo durante su concentración y comunicaron: “la brutalidad de la situación y las imágenes que vemos no dejan al grupo indiferente”.
Aficiones y equipos no han volteado la mirada. Sobró la imagen, porque la ayuda llegaba a manos llenas desde antes, pero algunas voluntades habrá cambiado el crudo instante de una vida perdida.