Por: Roberto Quintanar
Los años ochenta fueron convulsos en el Reino Unido en los ámbitos económico, político y social. Esta década, que además fue una de las más violentas en la historia del balompié inglés, estuvo marcada por el sello conservador de una mujer conocida como la Dama de Hierro: Margaret Thatcher.
Margaret, que fue electa primera ministra en 1979, transformó de forma significativa a la sociedad británica a lo largo de sus más de diez años de gobierno, generalmente valiéndose de políticas económicas estrictas y muy impopulares, como la privatización de empresas estatales, la debilitación de los sindicatos, la flexibilización de las leyes laborales y el aumento en los impuestos, además de ser una fuerte opositora de la integración británica a la Unión Europea.
Además de tomar las riendas del país en una era complicada en términos económicos, Thatcher debió enfrentar los problemas históricos que el Reino Unido tenía en Irlanda del Norte, donde los nacionalistas del IRA (Ejército Republicano Irlandés) no aceptaban el acuerdo de 1921 que había dividido a su país en dos partes (la republicana y la unionista) y pugnaban por una sola Irlanda republicana e independiente.
En marzo de 1981, los miembros del IRA que se encontraban apresados desde mediados de los setenta, encabezados por Bobby Sands, iniciaron una huelga de hambre en la prisión de Maze (Irlanda del Norte) para exigir recuperar el estatus de presos políticos que les había retirado la administración laborista que precedió al thatcherismo. La postura inicial de la Dama de Hierro fue tajante, asegurando que “un criminal es un criminal”. Aunque los huelguistas fueron consiguiendo algunas pequeñas concesiones, la autoridad no cedió con facilidad.
En medio del conflicto, Sands fue elegido candidato de los nacionalistas al Parlamento Británico y ganó un escaño, pero no pudo ejercer este cargo al fallecer el 5 de mayo como consecuencia de la huelga de hambre. La muerte de este prisionero elevó la escalada de violencia en Irlanda del Norte y el odio de los separatistas a Thatcher.
Los años siguientes estuvieron llenos de sangre y tensión. La vida de la primera ministra fue el blanco principal del IRA durante esta etapa, y la madrugada del 12 de octubre de 1984 este objetivo estuvo muy cerca de cumplirse.
Thatcher se había hospedado en el Gran Hotel de Brighton para asistir a la Conferencia del Partido Conservador. En ese sitio se infiltró Patrick Magee, voluntario del IRA, y colocó una bomba cerca de la habitación en la que dormirían Thatcher y su esposo Denis. Cerca de las 3 de la mañana, el artefacto explosivo estalló. La primera ministra se encontraba despierta todavía, pues estaba dando un último repaso a su discurso antes de ir a la cama.
La colocación de la bomba probó ser errada. La explosión únicamente dañó el baño de la habitación, y tanto Thatcher como su esposo salieron ilesos. La mayor destrucción se dio en cuartos contiguos, donde cinco personas perdieron la vida y muchas otras quedaron con heridas permanentes.
La Dama de Hierro salvó su vida por los caprichos del destino aquella madrugada. No pasó mucho tiempo luego de esa madrugada para que esta mujer jugase un papel clave en la erradicación de la violencia en el balompié británico, al iniciar una polémica campaña para cazar a los temidos “Hooligans” que tantos dolores de cabeza causaron en Inglaterra durante la década de los ochenta. El resultado es muy conocido, pero sigue siendo discutido. A decir de gente como el entrenador Sam Allardyce, Thatcher mató al futbol inglés.