Diez goles que valen para muy poco o quizás para demostrar que no existe sintonía alguna entre equipo, entrenador y afición. Jamás en la historia del fútbol, lograr una decena de goles ha significado tanto desprecio por parte de unos aficionados desencantados con un Real Madrid que en los primeros quince minutos estuvo a merced del Rayo Vallecano.
Cuando la tormenta arreciaba, y con el Bernabéu puesto en pie, Cristiano Ronaldo no tuvo otra ocurrencia que pedir a la grada que cesaran los gritos y el enfado con un equipo que iba perdiendo ante el Rayo Vallecano y que estaba siendo bailado por el equipo de Jémez. La respuesta fue furibunda de los seguidores, censurando lo hecho por el portugués.
A partir de ese momento, todas las acciones de CR7 fueron recriminadas por parte de los seguidores, a lo que el portugués respondió con mala cara, seriedad y ausencia de celebración alguna en los dos goles que marcó, más allá de golpear la pelota al Rayo. Divorcio total.
El partido, al margen de la censura llegada desde la grada y ese primer cuarto de hora de exhibición rayista, estuvo marcado por las decisiones arbitrales. A la justa y absurda expulsión de Tito, llegó la inmerecida de Raúl Baena. Nueve contra once sin posibilidad alguna de defensa.
El Rayo como es lógico se vino abajo, desapareció y así fue recibiendo goles hasta completar una decena, una de las goleadas de la historia de la Liga recibida sin entusiasmo. El Real Madrid está enfermo y ante el Rayo volvió a quedar patente.