Por: Roberto Quintanar
Por años y años hemos leído en distintas publicaciones la búsqueda de una conexión entre el fascismo y la Universidad Nacional Autónoma de México con argumentos algunas veces con cierto fundamento y otros producto de una imaginación que bien podría ser usada para crear historias fantásticas que envidiaría cualquier literato.
Hoy que Tomás Boy, entrenador del equipo Cruz Azul, vuelve a poner el dedo en la llaga al señalar que el Himno Deportivo Universitario es un corte de espíritu fascista, bien vale la pena hacer una retrospectiva no sólo para entender las líneas del ritual al que cada quince días se entregan las gargantas de miles de personas en la cancha del Olímpico Universitario, también para desarticular esa supuesta conexión entre la Máxima Casa de Estudios y el fascismo.
Comencemos por el lema de la UNAM, aquel que ha despertado un millón de especulaciones en parte por culpa de su creador: “Por mi raza hablará el espíritu”. Ideado por José Vasconcelos en 1921, hace referencia a la “convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima” y del “despertar de una larga opresión”. En este sentido, como bien señaló en La Razón el filósofo e historiador Guillermo Hurtado, Vasconcelos no ligaba en la cita a la raza como algo biológico,”sino histórico, geográfico y cultural, es decir, el conjunto de pueblos que conocemos como América Latina; por otra parte, lo espiritual, refiere a la parte más alta, más noble, del ser humano”.
¿En dónde inician las especulaciones? En la simpatía que el Maestro de América mostró por el fascismo unos años después y en su relación con Manuel Gómez Morín, efímero rector de la UNAM en los años 30, fundador del PAN y quien también mostraba admiración por el fascismo. Aquí es en donde hay que hacer una pausa para entender que el Vasconcelos reaccionario no fue el mismo que estuvo al frente de la Universidad.
En ese sentido, es necesario retomar las declaraciones que su hijo, el diplomático Héctor Vasconcelos, quien en una entrevista con La Jornada reflexionó sobre la transformación ideológica de su padre:
“Creo que después de la campaña de 1929 (cuando fue candidato presidencial), mi padre entró en una profundísima crisis psicológica ante la forma en que fue combatido por el régimen del naciente Partido Nacional Revolucionario. Desarrolló una aversión en contra de todo lo que fueran movimientos revolucionarios e izquierdistas, entre comillas, y ahí empieza a virar hacia la derecha, lo cual a mí me parece la peor tragedia de su vida. Creo que esto fue una catástrofe personal, un increíblemente desafortunado desarrollo psicológico, porque él se podría haber mantenido en oposición al régimen, pero sin girar a la derecha. Además de cariño, siento una inmensa admiración por el Vasconcelos anterior a 1930, pero deploro intensamente su viraje conservador de los años 30″.
Además se debe recordar que en aquellos años existía un fuerte espíritu antiestadounidense en México, por lo que Vasconcelos pensaba que la información sobre las atrocidades nazis no era otra cosa sino “propaganda yanqui”.
Pues bien, este capítulo histórico tan desconectado del balompié y no muy ligado al deporte ha sido uno de los argumentos en los que se basan aquellos que califican al Himno Deportivo Universitario como un ritual fascista.
Con este muy necesario marco de referencia, vamos directo al tema que nos concierne. El Himno Deportivo Universitario fue creado en 1940 por un grupo de universitarios: Luis Pérez Rubio, Alfonso de Garay, Ernesto “Agapito” Navas, Ángel Vidal, Gloria Vicens y Fernando Guadarrama, además del pianista Ismael “Tío” Valdés. En su letra se vanagloria a la UNAM y se habla de triunfos deportivos, nunca de xenofobia, razas, nacionalismo o regímenes totalitarios.
En un principio, esta música era exclusiva de los equipos de futbol americano, pero con el tiempo fue adoptada para el resto de las competencias deportivas. Debemos señalar también que en ese entonces no existía la costumbre de cerrar el puño y levantar el brazo derecho al entonar el himno. Ésta nace, en el balompié, hasta la llegada de Hugo Sánchez al banquillo del equipo de futbol, que se dio en el año 2000.
¿Por qué el puño cerrado y el brazo derecho extendido? Cualquiera de las teorías que relacionen esta expresión con el fascismo en el México del siglo XXI y sobre todo en un partido de futbol, son risibles. ¿O cree el lector que un joven preparatoriano de 16 años tiene en la cabeza alguna ideología de ultraderecha mientras canta y silba entre cada estrofa sin ninguna formalidad o marcialidad? La realidad es que el puño simboliza el escudo puma (aunque también se señala que emula al jugador de futbol americano que sostiene el casco dorado hacia la grada) y el ritual es, además de un tributo al deporte de la Máxima Casa de Estudios, una forma de conectar al equipo con la afición y de intimidar al oponente (sin mencionar que el brazo derecho extendido se usó por vez primera en el Imperio Romano -o en Egipto, según otras fuentes-, no en los movimientos fascistas del siglo XX).
Es muy dudoso que Tomás Boy conozca el argumento del fascismo de Vasconcelos. Pero su voz polémica se ha ligado a partir de esta tarde a la corriente de aquellos que pretenden entender un simple ritual deportivo, en el que incluso hay mucho desmadre, como una expresión totalitaria.