Por: Raúl Garrido | @RauGarr
Córdoba es una de las ciudades más lindas de Argentina, llena de tradiciones y mujeres hermosas. Por allá de la década de los 30, los inmigrantes alemanes llevaron sus tradiciones a la práctica en dicha región sudamericana, entre ellas lo que hoy se conoce como Feria Nacional de la Cerveza en octubre, como el Oktoberfest celebrado en Baviera.
Pero no sólo sus mujeres y tradiciones han saltado a los ojos del mundo. No. Hablar de Córdoba es un sinónimo de futbol, de buenos jugadores: Mario Alberto Kempes. Quizá “el Matador” es el más conocido, pero también ha dado futbolistas de la talla de, recientemente, Javier Pastore o Paulo Dybala, e históricamente como Darío Franco, Guillermo Rivarola o Carlos Bustos. Justo éste es de quien les quiero hablar.
Como jugador fue mediano. Deambuló por varios clubes en su país y también en México sin lograr consolidarse y con muy pocas cosas qué cosechar. Nacido en 1966, poco antes de que Inglaterra levantara su primer y única, hasta la fecha, Copa del Mundo, Carlos Bustos siempre fue futbolero. Como cualquier niño, pasaba buena parte de su tiempo pateando una pelota en su natal Córdoba. El chico contaba las horas para salir de la escuela y jugar un “picado” con los amigos.
Pantalones rotos y tenis gastados… esa era la constante del pequeño Carlos. Pronto, se diferenció de los demás chicos y comenzó a tomárselo en serio. La constancia y la disciplina fueron pilares para poder llegar al profesionalismo. Entró a un equipo del barrio donde comenzó a labrar el camino hasta que llegó al profesionalismo de la mano de Talleres de Córdoba en 1987. Sólo estuvo tres años en el club sin poder hacerse con un hueco en el 11 titular.
Fue en 1990 cuando comenzó la peregrinación por varios equipos: dos años en el Deportivo Español, pero un lapso de estos estuvo a préstamo en San Lorenzo. Poco menos de un año en River Plate, pero la inconsistencia lo echó del equipo para recalar en La Paternal con Argentinos Juniors, donde estuvo un año antes de ir a las filas de Independiente por dos años más. Monarcas fue el siguiente destino, un año. Pasó al Pachuca, que por entonces jugaba en la división de ascenso, y tras ascender se fue a Huracán, en Argentina. Regresó casi de inmediato para terminar su carrera en las filas de Morelia.
Como jugador, defensa fuerte, su palmarés fue muy pobre: ganó la Supercopa de Argentina en 1995 y la Recopa Sudamericana en 1996, ambas con Independiente. Además, el título de ascenso en 1998, con el Pachuca. Hasta ahí paramos de contar. Llegó la retirada y con ello la preparación para dirigir en algún momento. Se convirtió en auxiliar de Tomás Boy hasta que en 2011 la directiva de Grupo Salinas decidió darle las riendas del equipo de Neza, en la Liga de Ascenso. Los resultados fueron buenos.
Su buen accionar con los mexiquenses le valió para sustituir a Rubén Omar Romano en el Morelia, cuando corría la fecha siete del Clausura 2013. La mano de Bustos se vio reflejada de inmediato: no perdió un solo juego con el equipo hasta la Liguilla, a la cual clasificó en cuarto lugar. Además, Monarcas jugaba mejor, trataba bien la pelota y era un equipo equilibrado, como le gusta a Carlos. Ganó la Copa MX, primera para el Morelia y segundo título oficial en su historia. Pero de buenas a primeras, fue cesado.
Su buen juego fue recompensado… o no: las Chivas lo ficharon en mayo del año pasado. Pero el mal paso del “Rebaño” en el Apertura '14 y tras perder con Toluca por 3-1 decide apartarse del equipo y presenta su renuncia. La revancha llegaría poco tiempo después, Dorados se interesaría en sus servicios y el cordobés les retribuiría llevándolos de vuelta a la Primera División del futbol mexicano. Ya en la Liga MX, y con un equipo totalmente distinto al que ascendió, las cosas se complicaron, no se dieron y ha sido cesado tras ocupar el último lugar en la tabla y en la porcentual, tras 10 jornadas.
El futbol de Carlos Bustos es agradable. Es una persona a la que le gusta tener la pelota; es ofensivo, pero también sabe de la importancia de defender correctamente. Es lógico que un equipo nuevo requiera tiempo para poder adaptarse a la forma de juego de cualquier técnico. Dorados no fue la excepción. Pero el tiempo es oro, sobre todo en los torneo cortos y sobre todo en el tema porcentual. Quizá si el descenso fuera como en Europa, otra cosa sería.
Bustos es uno de esos técnicos infravalorados que gusta del buen futbol, pero que le ha costado dar buenos resultados en las últimas dos etapas que ha tenido en el futbol mexicano, por cuestión de tiempo. Estoy seguro que Carlos regresará muy pronto y lo hará muy bien.