Por: Roberto Quintanar
La noticia llegó como un golpe devastador a los oídos de una nación que por 73 días había vivido el efecto narcotizante de un patriotismo bélico impuesto por una de las dictaduras más sangrientas que se recuerden en América Latina. Aquel 14 de junio de 1982, el pueblo argentino por fin despertó tras enterarse de la derrota en la Guerra de las Islas Malvinas.
Es y era entonces innegable: sobran motivos geográficos para reclamar la soberanía de este archipiélago ocupado por la Gran Bretaña. Sin embargo, aquel conflicto no fue más que una maniobra distractora de la Junta Militar que gobernaba Argentina desde 1976 y que atravesaba por una crisis profunda.
Cuando en abril de 1982 el gobierno encabezado por Leopoldo Galtieri decidió tomar las Malvinas, el mundo estaba con la guardia baja. El movimiento fue sorpresivo también para los argentinos que habitaban en el Reino Unido, incluyendo a dos futbolistas que eran deslumbrantes estrellas en el Tottenham Hotspur de Londres: el fino centrocampista Osvaldo Ardiles y el habilidoso Ricky Villa.
Para Ardiles, máxima figura de los Spurs, la guerra representó una de las peores tragedias de su vida, no únicamente por las sensaciones encontradas, la dureza del público rival y el tener que exiliarse en el PSG durante el desarrollo del conflicto armado, sino por la pérdida de su primo José Leónidas, quien se desempeñaba como piloto.
“No sé si volveré a jugar en Inglaterra”, confesó Ossie a la prensa al inicio de la concentración de la albiceleste previa al Mundial, justo unos días después de que comenzaran las hostilidades en el Atlántico Sur. En sus muecas y voz se notaba que toda aquella calidad que desbordaba sobre el rectángulo verde no podrían lucir a plenitud hasta que cesaran las hostilidades. Su mente estaba en otra parte.
Dos derrotas
Aunque las noticias oficiales argentinas buscaban mantener el engaño a través del mensaje “vamos ganando”, en el campo de batalla las cosas se tornaban cada vez más complicadas para los inexpertos jóvenes enviados por la Junta Militar para ser carne de cañón. La superioridad británica y la crueldad de los gurkhas (guerreros originarios de Nepal al servicio de la Gran Bretaña) fue minando el ánimo de las tropas y dirigiendo el conflicto hacia una inevitable derrota.
Cuando llegó el mes de junio, el resultado era ya irreversible. Argentina estaba a las puertas de una rendición que aceleraría la caída de la dictadura y destaparía la cloaca que tapaba las constantes violaciones a los derechos humanos, los desaparecidos políticos y los crímenes de lesa humanidad.
Un día antes de la capitulación en las Malvinas, la Selección de César Luis Menotti debutó en el Mundial de España enfrentando a Bélgica. Tras una pobre exhibición, en la que se vio a Ardiles completamente desconectado, la albiceleste cayó por 1-0; Erwin Vandenbergh marcó el solitario tanto que decidió el partido. Fue el presagio para un país cuya moral está inexplicablemente ligada al futbol.
Con la realidad en los ojos del pueblo argentino, no pasó mucho tiempo para que la Junta Militar se derrumbara como un frágil castillo de naipes.
Por otra parte, aunque Ardiles mejoró y hasta marcó un gol frente a Hungría en los duelos subsecuentes del Mundial, el equipo de Menotti pareció contagiado del fracaso en las Malvinas y la crisis política y social en el país. El resultado fue una desastrosa segunda ronda, en la que sumó dos derrotas (1-2 contra Italia y 1-3 frente a Brasil) y mostró pobreza en su desempeño general.
Como dato curioso, algunas radios argentinas decidieron imponer un veto a Inglaterra durante el certamen, refiriéndose al equipo como “el de camisa blanca o roja”.
El final de la Guerra de las Malvinas fue también la conclusión del exilio de Ardiles, que regresó al Tottenham en 1983. Aunque el romance no volvió a ser el mismo, Ossie sigue siendo una leyenda en el equipo de White Hart Lane y forma parte del Salón de la Fama de los Spurs.
El verano de 1982 será para Ardiles la época más dolorosa de su vida, y las Malvinas el recuerdo amargo de dos tragedias: la futbolística y la familiar.