Por: Carlos Ahmed Jalife Ruz
Después de cuatro años en que el binomio Red Bull Racing/Sebastian Vettel dominó la Fórmula Uno, llegó un Lewis Hamilton renovado a bordo de un Mercedes Benz apabullante para lograr su segundo título en la categoría máxima del automovilismo.
La introducción de los motores 1.6 turbocargados V6 significaba la oportunidad para que los grandes constructores, Mercedes y Ferrari, fueran tras las coronas de Vettel y Red Bull, ya que los tetracampeones dependían del trabajo de los franceses de Renault para su planta de poder. La diferencia fue abismal y los alemanes de Stuttgart regresaron a lo más alto de la Fórmula 1 con su dupla de pilotos, Hamilton y Rosberg.
Sin embargo, la temporada tuvo un dueño claro y su nombre es Lewis Hamilton. El británico, campeón en 2008 con McLaren, tuvo que batallar con un retiro en Australia y la constancia de su coequipero Nico Rosberg para poder subir a lo más alto de la clasificación. El insular logró 11 victorias en la campaña pero sus victorias poco le valían ante la constante presencia de Rosberg en el podio que hacía casi imposible contrarrestar los puntos que el alemán le sacaba cuando Hamilton abandonaba, como sucedió en tres de las primeras 12 fechas del campeonato. Fue hasta Singapur que pudo tomar la punta, cuando el marcador de victorias señalaba 7-4 en su favor sobre su compañero y rival por el título; ventaja que mantuvo hasta el final para coronarse y convertirse en el primer bicampeón británico desde Jackie Stewart en 1971.
Hamilton es el campeón merecido porque fue el mejor piloto de la temporada, porque supo adaptar su estilo de manejo a las condiciones del auto y de cada carrera y mostró la madurez –que muchos señalaban aún no llegaba– para el que algunos consideran uno de los tres pilotos mejores de la categoría.
Sin embargo, la batalla que se esperaba nunca llegó. Sebastian Vettel iniciaba como tetracampeón del mundo, con el reto de un coequipero nuevo (Daniel Ricciardo) y fuera de su zona de comodidad; el alemán tenía mucho que probar a todos los críticos que señalaban sus éxitos como resultado de un gran auto más que de un gran piloto y quienes apuntaban a Alonso, Hamilton y Button como superiores en condiciones iguales. Sebastian simplemente nunca pudo tomar ritmo en la temporada. Empezó con un retiro, un podio y no volvió a parecer contendiente en el resto de la campaña. Por momentos era el auto el que no le respondía y por otros instantes era simplemente falta de acoplamiento del teutón al RB10. Vettel no brilló en 2014 y fue opacado por Ricciardo en casa y al final se confirmaba que Sebastian seguiría los pasos de Michael Schumacher para unirse a la Scuderia Ferrari en 2015.
Mientras tanto, Mercedes Benz tuvo un camino tranquilo al título de constructores que nunca había logrado obtener. La tensión generada por tener una batalla interna fue bien librada en gran medida al consejo de Alain Prost a Toto Wolff al principio de la campaña: ser transparentes. Así, las flechas plateadas regresaron a lo más alto de la Fórmula Uno y aquellos problemas como las declaraciones de Hamilton sobre Rosberg en Mónaco y Alemania o el accidente en Bélgica, sirvieron para convertirlos en un equipo más fuerte para 2015.
Ni Red Bull Racing ni Scuderia Ferrari ni Williams, aún con su resurgimiento, estuvieron a la altura del equipo de Stuttgart que ha marcado un estándar nuevo en cuanto a calidad, presentando en el W05 uno de los mejores autos de la historia de la Fórmula Uno, poseedor digno de varios récords implantados en 2014, como el de victorias absolutas con 16.