América se emuló a sí mismo. Si había un equipo que podía conseguir una hazaña como la de esta noche en la semifinal de Concachampions, ese era el de Coapa.
El motivo es simple: para la institución azulcrema, una remontada de este calibre no resulta novedosa. Por el contrario, entre sus memorias cuenta con una tarde que quedó grabada en la nación azulcrema. Era el 6 de octubre de 1985. Las Águilas enfrentaban la vuelta de final del torneo PRODE 1985 con la necesidad de remontar un 4-1 que les había endosado el Tampico Madero en Tamaulipas. El destino estaba escrito; los entonces dirigidos por Miguel Ángel López dieron una exhibición épica y dieron cuenta de la Jaiba Brava por 4-0 para levantarse con el título.
Este miércoles, América volvió a hacerlo. No era una final, pero sí se jugaba el pase a una. Es verdad que las piernas de los jugadores del Herediano se cimbraron por el temor que sintieron apenas al pisar la cancha del Azteca… pero el mérito del cuadro capitalino es innegable. Antes del medio tiempo, los de Matosas ya habían finiquitado a sus oponentes desplegando un futbol vistoso, ofensivo y que logró conectar a nivel emotivo con una tribuna entregada a los suyos, especialmente al killer Darío Benedetto.
El Ferrari apareció por fin. Por una noche, América fue un deportivo que arrolló sin piedad a un rival cuyo mayor mérito fue reducir el desastre del primer tiempo en el complemento para evitar una paliza que pudo ser peor (aunque es verdad que el local metió freno de mano y se administró). La nación azulcrema por fin vio correspondidas sus expectativas.
La reconciliación del equipo con su afición fue total esta noche, un romance en el que más allá de los números, las formas cuentan. América apeló a su grandeza histórica para rubricar la noche del Ferrari amarillo y llegar a la final de un torneo que, hasta antes de esta edición, era dominado por los clubes mexicanos. El titán azulcrema buscará extender esa hegemonía.