Por Benjamín de Buen (Melbourne, Australia)
@bdebuen
Hoy que está retirado, todos bromeamos sobre las travesuras arbitrales de Marco Antonio Rodríguez, el Chiqui, el del gel, el de las tarjetas color sangre. Una de sus víctimas más trágicas quizás haya sido el australiano Tim Cahill, durante el partido que disputaron los Socceroos y Alemania en el mundial de Sudáfrica. Australia ya había sido desafortunada ese día, por ser el primer rival mundialista de una Alemania último modelo equipada con tecnología Mesut Özil y Sami Khedira. La verdeamarelha de Oceanía perdía 2-0 en el minuto 55 cuando Cahill llegó tarde por un balón en posesión de Schweinsteiger y vio la herramienta de trabajo preferida de aquel relamido dictaminador de la justicia, Chiquimarco. Hasta Schweinsteiger insistió que la roja había sido innecesaria.
Cuatro años después, Cahill marcó uno de los goles más espléndidos del mundial de Brasil, de aquellos que nadie espera de una selección como Australia, cuyo protagonismo en Copas del Mundo es reciente y se debe más a sus vibrantes colores, a sus canguros inflables en la tribuna, y por ser una selección difícil de antagonizar; el balón despegó cerca de la banda derecha, a la altura del medio campo y no volvería a tocar el suelo sin pasar antes por la volea de Cahill, por la parte inferior del travesaño y por el cariño de las redes tras superar el vuelo del portero holandés. ¿Cuándo un jugador enfundado en la camisa número 4 había marcado un gol así? ¿Cuántos delanteros portan este número típico de defensas centrales?
Cahill debutó a los 14 años con la selección sub-20 de Samoa. Nació en Sídney, pero su madre era samoana y su padre de descendencia irlandesa. Dos de los hermanos de Cahill también defendieron los colores de la selección samoana, y varios de sus primos se dedicaron al rugby profesional. La selección de Irlanda quiso convocar a Cahill, pero las reglas de la FIFA lo impedían por los dos partidos que Tim había disputado con Samoa. Años más tarde, la FIFA cambió las reglas y Cahill eligió jugar con su país natal. Hoy es el máximo goleador en la historia de los Socceroos y a sus 35 años tiene todavía un sitio en equipo que ha renovado todas sus líneas.
Es difícil clasificar a Cahill en el contexto de los grandes futbolistas internacionales. Nunca jugó en un equipo grande y su selección, por mucho que cobre protagonismo, dista mucho de la cima del futbol mundial. Y sin embargo, es el jugador que todos los entrenadores desearían, el que está dotado de oportunismo y de milagros.
Anoche Australia pasaba serias dificultades para derribar la muralla de China en los cuartos de final de la Copa Asia, donde juega con la presión de ser anfitrión. La segunda mitad arrancó con el marcador en ceros y sin opciones claras de gol. Entonces apareció Tim Cahill para resolver la situación al convertir un balón dividido en una hermosa chilena.
*Benjamín de Buen radica en Melbourne y es subeditor de la revista Thin White Line @tweetwhiteline