Por: Benjamín de Buen
Melbourne. El martes en la ciudad de Adelaide inicia la serie de cricket entre Australia y la India. Es un encuentro cargado de emociones por la lamentable muerte de Phil Hughes tras un accidente en pleno partido de la liga local. El bateador perdió el conocimiento cuando fue impactado en el cuello por un lanzamiento y nunca despertó. Llevaba 63 carreras y seguía bateando.
Explicar todas las reglas del cricket es como explicar el 1988 en números romanos a un borracho intransigente. ¿MCMLXXXVIII? ¿Donde está el mil y dónde el novecientos noventa y ocho?
Para un extranjero de tradición balompédica, la lógica del cricket contradice todos los principios fundamentales del deporte. Ambos equipos se visten casi igual. Las emociones suelen ser esporádicas pero la norma dicta que es más bien un juego de espectáculo artesanal. Es difícil imaginarse un juego de cinco días por partido, con pausas de té y una proclamación de caballerosidad arraigada en su cultura: se aplaude al rival, se reconoce el mérito de ambos equipos y se juega con un espíritu implícito de hermandad—y no enemistad—entre contrincantes.
En el pasado, las selecciones de cricket realizaban sus giras en barco. Las imágenes muestran al equipo australiano comandado Donald Bradman—el dí Stéfano del cricket—en el momento de zarpar hacia el Reino Unido, hacia el llamado subcontinente indio o algún país de tradición colonial británica.
En 1882 los australianos derrotaron a los ingleses por primera vez en suelo británico. Los ingleses respondieron con un acto que hasta en el futbol parecería de ardidos: después de la serie quemaron los tres palos verticales que forman parte de la indumentaria del juego. Dice la leyenda que las cenizas de los palos fueron colocadas en una muy pequeña urna de terracota, actualmente el trofeo para el equipo que gana la serie debidamente bautizada, Las Cenizas, o The Ashes. La urna siempre permanece en posesión de los ingleses sin importar cual de los dos países haya ganado la última serie.
Las series Test, son las más tradicionales y antiguas. Llegan a durar cinco días por partido. Los equipos turistas vienen a Australia aproximadamente en las primeras semanas de diciembre y juegan cuatro o cinco tests entre las ciudades principales del país, generalmente Brisbane, Perth, Adelaide, Melbourne y Sydney. De esta manera, permanecen en el país durante más de un mes y se vuelven parte del paisaje mediático del verano.
Casi ninguna persona productiva tiene el tiempo para dedicarle cinco días enteros a un deporte. El cricket es más bien un deporte de radio. Las continuas intermitencias permiten a los comentaristas hacer uso de su enorme abasto cultural, sus conversaciones incluyen todos los temas desde recetas de cocina hasta los animales venenosos del continente australiano. Estos locutores, casi tan legendarios como los propios jugadores, tienen una reconocida habilidad para mantener entretenido a un público durante las horas que dura una jornada de cricket.
El ritmo marítimo del cricket emula el vaivén de las olas. Es el juego de los días cálidos y asoleados.