Entablar conversación por primera vez con un ecuatoriano tiene por obligación recordar la semifinal disputada en Quito el 30 de junio de 1993. Si algún día los ecuatorianos nos perdonan esa eliminación será porque el segundo tema mandatorio entre un mexicano y un ecuatoriano es Chespirito. La mayoría de los ecuatorianos que he conocido expresan con una sonrisa lo mucho que significó para ellos crecer a lado de los personajes creados por Roberto Gómez Bolaños. Yo como mexicano y necaxista siempre les agradezco habernos regalado a Alex Aguinaga.
El cine no es tan buen amigo del fútbol como de otros deportes. Una película sobre el balompié puede ser buena pero es tan lacia como escuchar rock en un idioma diferente al inglés. Es extraño, por decir lo menos. No obstante, por mucho tiempo El Chanfle fue la única propuesta del cine nacional sobre fútbol. A la fecha se sigue proyectando y genera risas y diversión.
En un país bipolar, la crítica actual a El Chanfle no parte de su guión o sus actuaciones, sino de la extrapolación de la cultura política de los setenta. Es la imposición de la cultura del filósofo Chava Flores titulada: “a que le tiras cuando sueñas mexicano”, combinada con el opio del pueblo, ataviada en el uniforme del equipo más odiado del país, producida por el monopolio televisivo que en su noticiero más importante, durante los hechos del 2 octubre de 1968, se limitó a mencionar: “hoy fue un día muy soleado”.
Pero también es una buena película de comedia en los tiempos en los que no se abusaba de las palabras altisonantes o del doble sentido para generar una carcajada. El Chanfle forma parte del “viejo cine mexicano” en el que no se abusaba del desnudo y la recaudación no estaba basada en la proyección de la miseria política o del narcotráfico.
Embajador de México en Latinoamérica, El Chanfle fue en su momento más reconocido que cualquier jugador profesional, y la película fue un éxito en taquilla. Utilizando la misma fórmula que Gómez Bolaños empleó para sus nombres, El Chanfle es un filme chistoso y chévere, que refleja el ambiente chilango de los setenta, que nos hace sentirnos niños de nuevo, y sobre la que se puede charlar tanto tomando champagne como en una chabola.
En el adiós a Roberto Gómez, se reconoce a Chespirito no como el caballo de Troya de la dictadura perfecta, sino como el creativo guionista que adquirió la categoría de culto popular por el significado histórico de sus personajes y sus creaciones. El Chanfle deja de ser la película de medio día en un fin de semana cualquiera para convertirse en una película de culto y en un clásico cinematográfico nacional. Descansa en paz Chanfle Segundo.