Saltar a la cancha para jugar un partido mundialista a sabiendas de que tu papá ha sido secuestrado, no cualquiera. Obi Mikel lo hizo.

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Nigeria se jugó la vida contra Argentina, pero el capitán de las águilas africanas se la rifó al doble. Entró al campo con el corazón partido luego de negociar el rescate de su padre, quien fue privado de su libertad y amenazado de muerte horas previas al partido.

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El futbolista no quiso contar nada a nadie, mucho menos a sus compañeros y cuerpo técnico para no distraerlos del objetivo que era la Albiceleste. Pagó 24 mil euros. Su papá tuvo que ser llevado al hospital después de la liberación porque, con base en declaraciones del jugador, fue torturado.

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