Por Uriel Flores
Juanáticos, hoy les contaré una de esas historias que no las tiene ni el mismísimo Obama, una de esas historias que deberían de estar en la pantalla grande, ya que para cualquier futbolero es la mejor historia, hoy les contaré cómo es el día de un futbolero cuando va al estadio, pero no cualquier día, sino, en una final, así que vayan por botanita que esto va a estar bueno, y creo que habrá uno que otro identificado.
Acuérdate de ese día que fuiste a la taquilla por los boletos, o cuando decidiste agarrar la computadora y comprarlos en línea pensando “Esta es la mejor decisión de mi vida”, listo, ya tienes tu entrada, estas emocionado, faltan solo unos días para que llegue uno de los momentos mas espectaculares de tu vida.
Pasan los días, y estás en la noche pre- partido, emocionado, sin poder dormir, te quedas despierto hasta la madrugada pensando en que pasará al día siguiente.
Despiertas y todo parece estar pintado con los colores de tu equipo, solo escuchas los cánticos de la hinchada mentalizandote en que tendrás que ir a gritar como nunca, “tratas” de comer por que en realidad no sientes nada más que emoción, claro ¿por que no echar la reta del FIFA y tratar de simular lo que pasará?
Aún no te la crees, tu equipo llegó a la final, y como a la final solo llegan los mejores, el rival no es fácil… una extraña mezcla entre nerviosismo y emoción se adueña de ti en cuanto ves el estadio, ese majestuoso teatro donde han luchado guerreros y se escriben las mejores historias, claro llegas con anticipación, esperando que no te quedes fuera por las largas filas, después de un tiempo entra el hambre y tienes que ir a tomar fuerzas, ya sea con unos taquitos de canasta, carnita asada, un chesco o una chela… pero ya estás completamente listo para entrar al graderío, entras y ves la cancha iluminada, como si se tratara del cielo, tomas tu lugar con la barra y comienzas a cantar y gritar con ellos, sale el equipo contrario, entre chiflidos pero unos instantes después salen tus 11 guerreros a calentar, todo el estadio los ovaciona y grita el nombre de cada uno.
Empieza el encuentro, partido apretado, ninguno de los dos equipos cede ni un centímetro, hasta que cae el gol del equipo visitante, tu cara lo dice todo, sabes que será difícil levantarse de esta para tu equipo, pero tu decides cantar más fuerte, más y más fuerte, y tu esfuerzo genera frutos por que si, en el minuto 88 tu equipo mete un gol… marcador empatado, los tiempos extras llegan y todo parece muy tenso, el árbitro pita el final de los 120 minutos de emoción, y solo hay una forma de definir esto, PENALES.
Por azares del destino a tu equipo le toca defender primero, llega el disparo y… Gol del equipo visitante.
Toma el balón el volante por derecha, tira y… GOL de tu equipo y así hasta llegar al último penal… 4-4 el marcador en los penales, y ves que el que toma el balón es la superestrella de la liga, el tipo que es el campeón goleador y experto en penales, y curiosamente el portero de tu equipo no es muy experto en penales que digamos, pero hay que hacerlo, respiras, el jugador toma vuelo y… ¡LA PARÓ!, el portero de tu equipo acaba de hacer un atajadón, pero aún no esta nada escrito, te pones las manos en la cara tratando de tranquilizar los impresionantes nervios que tienes acumulados y solo esperas sacar gritando ¡GOL!, se prepara tu delantero, acomoda el balón y eleva una plegaria, está a punto de ir a correr con sus compañeros y alzar el título, nadie piensa en otra cosa, toma vuelo, tira y, ¡GOOOOOOOOOOL!
No puedes dejar de gritar, ¡A lo panenka! gritas, saltas, cantas y grabas ese épico momento en el que tu capitán va hacia el palco a recibir la copa, la alzan, dan la vuelta, eres de los últimos en salir del estadio, aun bajo el efecto de la emoción y otra cosita.
Llegas a casa, y despiertas al día siguiente pensando “Somos campeones”