En Pumas no suelen recibir de buena forma a entrenadores o jugadores con pasado americanista. Le pasó a Mario Carrillo y a Raúl Salinas. El Capello sólo sufrió abucheos. Al futbolista lo agarraron a patadas y tuvo que pedir guardaespaldas al club.
Se lo cuenta al Diario Récord en una entrevista. “La Universidad me puso seguridad”, confiesa. “Estuvieron como un mes y medio llevándome a mi casa. A veces me metían en otra camioneta para poder salir en la puerta donde salían todos”, añade.
Todo comenzó en Avándaro. Después de un partido de pretemporada contra Toluca. 60 personas lo agredieron. “Me comenzaron a dar patadas en la espalda, puñetazos en el hombro”, detalla. Joaquín Beltrán, Darío Verón y el Profesor Gustavo Vargas tuvieron que meterse para protegerlo.
Creyó que las cosas cambiarían. No fue así. Después de cuatro o cinco encuentros con buen resultado para el equipo pidió que la seguridad se acabara. Se sentía tranquilo. Directivos habían solicitado a los aficionados que lo dejaran en paz. Confió y se equivocó. Las agresiones continuaron.
Sabe que pudo elegir otros clubes. Quería probar suerte en otro sitio. La idea eran sólo seis meses. Después volvería al América, su club de toda la vida. San Luis todavía pertenecía a Televisa y era alternativa. En Santos también lo esperaban.
Decidió que Pumas era lo mejor. Jugar la Copa Libertadores lo sedujo. Era la quinta en la que iba a participar. Los resultados no se dieron. No en el torneo de Liga. Mucho menos en el continental.