Por: Andrés Araujo
Siempre los hay. El guardameta búlgaro Borislav Mihaylov; el dúo asesino teutón conformado por Jürgen Klinsmann y Oliver Bierhoff; dos despiadados balazos de Brian McBride; una obra de arte -que a nosotros nos pareció vomitiva, claramente- de Maxi Rodríguez y aquel error inadmisible de Ricardo Osorio. Nunca nos vamos de algún Mundial pasando saliva sin construir un enemigo público; el villano que nos impide conquistar el quinto partido, enviado por la magia negra futbolística que le niega la gloria a nuestros mexicanos. Hoy, el villano, cruel, ruin, malvado y desalmado opositor se llama Arjen Robben.
Hemos visto cien mil veces la jugada de la discordia en menos de diez horas. Wesley Sneijder, Robin van Persie, Dirk Kuyt y el mencionado Robben, tan acostumbrados nosotros a verles por televisión en escenarios tan inalcanzables como una Final de Champions League, agachaban la cabeza frente al fuelle mexicano. Miguel Herrera corrigió el rumbo de un barco destinado a vagar por los más agresivos océanos del planeta futbolístico. De unos cuántos minutos en San José donde se estaba virtualmente fuera del Mundial, la Selección Mexicana volvió a lo que nos ha acostumbrado cada cuatro años: sentirnos mejores que los mejores por sólo un rato.
Con la salida de México del certamen internacional se asoma la posibilidad de tener -por fin- un proyecto entero de Mundial a Mundial. Es imposible pronosticar qué sucederá en los próximos cuatro años, pero el Piojo se ha ganado el beneficio de la duda. Para llegar a Rusia 2018, El Tri pasará por una buena cantidad de certámenes -Copa América, Copa Oro, Copa América Centenario, Juegos Olímpicos y una posible Copa Confederaciones- que medirán y permitirán la evolución de una base ya construida de manera emergente que resultó sumamente sólida.
Héctor Herrera, Guillermo Ochoa, José Juan Vázquez, Paul Aguilar, Héctor Moreno, Miguel Layún, Andrés Guardado, Giovani dos Santos y Javier Hernández, más los que se agreguen, nos permiten pensar en una generación sumamente interesante que nos represente en tierras rusas. No llegarán todos, claro está, al ser el fútbol un «deporte de momentos», pero tranquilos estamos de saber que la base existe. Directivos, no metan mano, por favor.