Por: Ángel Armando Castellanos | @aranha_azul
No soy nadie para juzgarte. Tengo dos años menos que tú y también cometí mis propios errores. La diferencia es que a los 14 no era más que un estudiante que veía en ti a un prospecto de ídolo. Me hiciste gritar y llorar de alegría el 2 de octubre de 2005. Pensé que así como tú cambiabas la historia del futbol mexicano, yo podría cambiar la mía. Hoy me volviste a defraudar, Giovani. Lo volviste a hacer como desde que dejaste al Barcelona.
Al principio intenté no ser duro contigo. Tenías derecho a enfiestarte y a tener la mala suerte de ser descubierto por la prensa inglesa. Tenías derecho a jugar un mal partido o a no ser convocado. Eran injustas las críticas y exigencias hacia ti en la Selección Mexicana. ¿Quién en su sano juicio le pedía a un chico que no pasaba de los 20 que se hiciera cargo del equipo? Ni a Messi le impusieron tal responsabilidad. Era poco sensato por parte de Sven Goran Eriksson hacerlo así.
Aguirre lo entendió mejor. A ti y a Carlos Vela los rodeó de gente con más experiencia y nunca les pidió que se hicieran cargo del equipo en el momento más bravo. Había que llevarlos poco a poco y así sucedió.
Me engañaste. Tu gol a Estados Unidos me ilusionó. Pensé que estabas listo para un reto grande. Para consolidarte. Lo tuyo era portar la 10 que Cuauhtémoc Blanco había dignificado y hacerla aún más grande. Esa playera no se la pone cualquiera en partidos oficiales y tú hiciste creer que eras el más capacitado para hacerlo.
Magia en los pies no te faltó. La traes en la sangre, la educaron en el Barcelona y la viste en su máximo esplendor con Ronaldinho al lado. ¡Iluso! Nunca creí que fueras a ganar un Balón de Oro o algo parecido, pero sí que te podías consolidar como un grande en el Barcelona. Y de nuevo, ¡me engañaste! Te fuiste a la menor aparición de disciplina. Guardiola habría hecho de ti algo grande y no te atreviste. Preferiste irte a un equipo más con menos exigencia en Inglaterra. No nos hagamos tontos, no tenías ni el físico ni la mentalidad para triunfar allá.
Anduviste de acá para allá. Parecías un genio incomprendido. Con ningún entrenador te entendías. Todos empezaban poniéndote de titular y acababan mandándote al palco. ¿Pues qué te pasaba?
Cuando por fin acepté que no ibas a brillar en un equipo de alta exigencia en Europa, aparecieron los mediatableros y ahí dabas impresión de consolidarte. En la Selección seguías haciendo lo mismo, cuando la cosa estaba complicada, tú desaparecías cual remedo de Houdini. ¿Por qué nunca te atreviste a tapar la boca de quien te criticaba? ¿Por qué tanto miedo al éxito?
Tu fichaje por el Galaxy no hizo más que confirmar que sólo buscabas la comodidad. Eso sí, con mucho dinero de por medio. ¡Dios! Tienes 26 años, no 36, ¿lo comprendes? Aspirabas a tener éxito en el Villarreal y a llegar a un mejor equipo en Europa. ¿Nunca te ilusionó volver a pelear por las cosas que peleabas con el Barcelona? ¿Nunca te ilusionó ser la figura de un equipo de mucho nivel en Europa? ¡Qué pena que te conformaras!
Cuando pensé que ya habías caído demasiado bajo, me desilusionaste. Tus tuits a favor de Miguel Herrera no hicieron más que confirmar que hay algo malo adentro de ti. Algo podrido. Algo que difícilmente se va a poder restaurar.
Giovani, tuviste la oportunidad de limpiar -aunque fuera un poco- tu error en los tuits y no lo hiciste. Te preguntaron por eso y preferiste pasar a la siguiente pregunta. Y no se trata de esperar a que vuelvas a la Selección Mexicana, porque, no nos hagamos tontos, ahí tampoco vas a tocar el tema ni con pistola de por medio.
Desilusionaste a muchos que -como yo- esperábamos al nuevo Mesías. Al tipo que reinventara la 10 de México. A cambio te convertiste en un mercenario que sólo va a donde le pagan más sin importar lo demás. ¿Y todavía esperas otra oportunidad en la Selección Mexicana? ¡No seas patético!
Te diría que ojalá me tapes la boca, que seas la figura en la MLS, que en un año me hagas elogiar tu fichaje por un equipo europeo -el que sea- y que en la Selección todas las jugadas de peligro sean protagonizadas por ti. Pero no. La poca credibilidad que tenías se acabó. Me desilusionaste tantas veces, que dejé de pensarte como un buen jugador. Insisto, te volviste un simple mercenario. Inteligente para negociar tus contratos, pero mercenario al fin y al cabo.
Atentamente
Araña