Gustavo Matosas se fue de Coapa por la puerta de atrás luego de sus desavenencias con Ricardo Peláez. Éste, como un capricho extraño que se ha ligado más a la amistad que a un motivo balompédico, llevó a Ignacio Ambriz (con quien compartiera la era dorada del Necaxa en los noventa) al banquillo del nido.
Hoy, Matosas se reencontró con el América en el Azteca. Desde los palcos, Peláez guardaba el ferviente deseo de que Ambriz diera una lección táctica al estratega charrúa para disipar cualquier duda referente a quién tuvo la razón hace un par de meses durante la ruptura entre el hoy entrenador del Atlas y la directiva del cuadro azulcrema.
Sin embargo, aunque por lapsos el equipo local fue superior y creó opciones claras de gol, el triunfo fue para los tapatíos. Más allá de lo que un análisis táctico pueda decir, la frialdad del número pone muy rápidamente a Ambriz y Peláez entre la espada y la pared. Hasta ahora, a pesar de que el torneo es joven, la decisión de Ricardo parece haber sido errónea.
Del otro lado está Matosas, que por dentro debió disfrutar el triunfo más que sus propios jugadores. El uruguayo venció al América y a Peláez. Era una cuestión de orgullo más que de tres unidades, aunque los protagonistas digan lo contrario.
La venganza fue dulce para Gustavo. El tiempo parece estarle dando la razón.