Por: Jorge Andrés González
Todos tenemos en la memoria al gran Barça de Guardiola, un equipo de época definido por el estilo y la filosofía, perfeccionado por el mejor jugador del mundo y coronado por la gran cantidad de títulos que consiguió. Lo que Pep consiguió en Barcelona, sólo era posible conseguirlo ahí; el estilo impuesto por Cruyff hace casi 30 años, lo bien que aceptó y adaptó ese estilo de juego romántico y artístico el equipo culé y la ciudad condal y contar con una de las mejores generaciones de canteranos dispuestos a dejar brillar a Messi aun siendo campeones del mundo.
Pero Múnich no es lo mismo. Los alemanes juegan y entienden la vida y este deporte de otra manera, una mucho más directa y menos estética; los alemanes buscan destacar desde el resultado y el potencial que a ellos enamora: la fuerza, la precisión, la velocidad, la inteligencia, y sobre todo tratar de hacer rendir al máximo los recursos de los que disponen.
Guardiola se equivocó desde que llegó a Múnich y el Bayern se equivocó desde que eligió a Guardiola. En lugar de adaptarse a las características del gran equipo que habían formado unos y adoptado el otro, se prefirió imponer un sello y olvidar todo lo que el Bayern había logrado, Guardiola se propuso la idea de transformar un gran Bayern en otro gran Barcelona. Un tipo fiel a sus ideas que creyó que su camino era el correcto, pero bastante necio para ver que las piezas no eran adecuadas para lo que buscaba. El Bayern en manos de Guardiola se olvidó por primera vez de la portería; empezó a soñar que tocaba el balón de un lado a otro, pero en realidad en lugar de tocar los violines desaprovechó todo el potencial que tenía con su vértigo.
Guardiola confundió sus piezas. Da la impresión de que si hubiera conocido a Lahm 10 o 15 años más joven, posiblemente lo hubiera convertido en uno de los mejores mediocentros del mundo, pero un jugador con 30 años y una forma de jugar bastante definida, acostumbrado a ver en línea recta, tuvo enormes problemas cuando le pidieron ir al centro y girar la cabeza 360 grados. El experimento casi le cuesta un mundial a Alemania; los partidos más débiles de la selección fueron frente a Argelia y Francia, y fallaron precisamente ahí. Una vez que Lahm recupero su posición y el medio campo teutón se volvió a configurar con Kroos, Basti e incluso el más limitado Kehdira, el cuadro germano recuperó la identidad, algo Guardiola no lo quiso ver y continuó con el experimento en casa.
Otra de las piezas damnificados en su momento fue Kroos, quien con la llegada de Thiago perdió protagonismo y minutos, se fue desenamorado del técnico catalán que no era particularmente cariñoso con él y decidió poner rumbo a Madrid, donde nadie cuestiona su papel como mariscal en el centro del campo. Thiago, por otra parte, ha hecho buenos partidos. Es verdad que las lesiones le han impedido hacer un mejor trabajo en Múnich, pero no es menos verdad que es mucho menos seguro en el medio centro que Kroos pese a tener más desborde que el alemán y pueda retener mejor el balón. Ahora la relación no pareces ser la mejor con hombres como Müller, Bastian o Gotze, y bastante complicado es enfadar a un tipo con el carisma y la forma de ser de Thomas.
Con problemas de piezas y estilo, el Bayern de Guardiola se confundió y dejó de hacer lo que mejor sabía. Pasó de ser un equipo temido en Europa a caer impotentemente frente al Madrid o al Barcelona. Que el 3 – 2 en Múnich no nos engañe: el Bayern remontó ese partido porque el Barcelona en ningún momento lo sintió en riesgo y eso es lo peor que le puede pasar a un equipo tan grande.
El cuadro bávaro tiene años apostando en grande y Guardiola fue la apuesta más grande, pero esta vez falló. Ahora es el momento de volver a apostar por alguien más. Pep necesitaría reestructurar completamente el equipo con jugadores que se pueda adaptar a su estilo, pues queda claro que en el Bayern no los tiene.
Por su parte, Bayern necesita a alguien que pueda sacar el máximo rendimiento de su equipo, no de grandes figuras pero sí de alguien que sepa llevar el mando. En este momento, lo mejor para ambos, técnico y equipo, es admitir que se acabó el romance. Es hora de que tomen rumbos nuevos; Pep se tiene que ir. Lo mejor sería que fuera una decisión mutua, pero si no lo es, cualquiera de los dos tiene que dar un paso al frente y terminar.