Por: Llanely Rangel
Cuando el equipo juega mal, qué prefiere el aficionado, ¿que su club acceda a la Liguilla, jugando terrible? ¿Que su conjunto quede fuera? ¿Que acceda y ocurra un milagro?…
Pumas jugó mal la mayor parte de la temporada. Cruz Azul aún da muestras de un juego de bajo nivel, sobre todo en la delantera. Pero para los aficionados quedarse sin futbol antes de tiempo, mientras otros clubes juegan dos o tres partidos más, es una tortura. Sufrimiento inmerecido, pues el fan de un equipo ha hecho lo que le toca, alentar en las buenas y las malas, hasta el último suspiro.
Constantemente se habla de lo fácil que es acceder, de manera emergente, a la Liguilla del futbol mexicano. Quizá por eso los aficionados nos hemos acostumbrado a que nuestro equipo juegue bien en los últimos cuatro partidos del torneo y pueda aspirar al título.
Nos hemos vuelto misericordiosos, nos hemos vuelto blandos, piadosos con nuestro equipo. Pueden dar cinco partidos malos y con dos buenos les volvemos a adular. Pueden no dar espectáculo, pero si sacan puntos nos es suficiente.
Adoramos tanto este deporte que pensar en una Liguilla sin nuestro club nos hace sufrir. Tenemos bien puesto el chip de la lealtad. Tanto, que algunas veces no somos capaces de disfrutar del juego de un rival que lo hace más que bien, que da muestras de futbol y que sí merece estar en la fase final de nuestro torneo.
Ni Pumas, ni Cruz Azul merecen acceder a la Liguilla. Esa es la cruel verdad. Ambos equipos ganaron seis juegos de 15, fabricaron en promedio un gol cada 38 minutos -antes de su enfrentamiento-, ¿merecen estar en la fase final?
Nos hemos vuelto lo que en psicología llaman síndrome de la “Madre tóxica”. Aquellas madres que no pueden ver los defectos de sus hijos y si los ven, los disculpan. Al final, nuestro amor por el equipo es como el de ellas, ciego, leal, nuestro club es una extensión de nosotros y eso es suficiente para que siempre tengamos una esperanza de que cambie, de que sea un merecedor aspirante al título, de que la siguiente temporada juegue mejor. Y una vez más volvemos a sentir misericordia, es el defecto o virtud del aficionado mexicano.