La bestia estaba dormida. Esperaba su momento y apareció cuando más lo necesitaba su equipo. Se extrañaba el ego que el portugués encierra y que andaba un tanto alicaído. Cinco goles con los que combate esos problemas de personalidad futbolística y que le habían llevado a no sentirse cómodo consigo mismo. Nunca lo había logrado. Jamás había marcado cinco goles en un partido. Mejor terapia, imposible.
El Real Madrid vuelve a ganar y apura al Barcelona. No le queda otra. Lo hace logrando nueve goles entre el desayuno y la comida, justo la hora en la que Ronaldo ha despertado en busca de ese pleno que pueda poner el título de Liga al alcance de la mano del Real Madrid.
El 9-1 final lo dice todo. Goles y más goles, con ratos de buen juego y, sobre todo, de momentos en los que el aficionado se divirtió y lo pasó de maravilla, circunstancia que no puede decir Chicharito, condenado de nuevo a la suplencia.
Ronaldo ya suma 36 goles, deja de nuevo atrás a Messi y, en especial, deja el rastro de que el mejor CR7 está de vuelta. Ahora solo falta que lo demuestre ante el Atlético en esa eliminatoria que puede marcar el futuro de Ancelotti y los suyos.
Hasta que llega ese momento en el que el madridismo vuelve a respirar felicidad, con CR7 a la cabeza. Marca, sonríe. Juega bien, se aproxima al paraíso. Así de sencillo. El Real Madrid vuelve a soñar y Ancelotti a pensar que todavía es posible eso de pasar el mes de agosto en Madrid.