Por: Roberto Quintanar
Eduardo Galeano, el intelectual que más entiende el tejido del futbol, te describió como el mejor portero de tu tiempo. Aunque el colectivo te haya condenado, seguramente muchos aficionados del Vasco están de acuerdo con el escritor uruguayo.
Por las imágenes que he visto puedo decir que eras un hombre de semblante serio pero mirada cálida, una que más bien se tornó en triste después de aquello que se convirtió en tu tragedia. También he notado en los relatos y los escasos videos de la época que fuiste el primer gran guardameta de Brasil, país que por esos años adolecía de buenos porteros. No es mentira; durante muchos años, tu país fue famoso por tener grandes equipos con malos cancerberos.
Todos centran tu vida en ese 16 de julio de 1950. Yo no cometeré esa injusticia. Es mejor recordar lo que muchos pasan por alto: fuiste un revolucionario. Sabías jugar toda tu área y mostrabas mucha seguridad bajo los tres palos. Los oponentes sabían que mentalmente eras más rápido y cuando menos lo notaban ya estabas arrebatando la pelota de sus pies. Tu pasado amateur como extremo te hizo así de intuitivo. El Ypiranga, equipo que te vio debutar, tuvo que dejarte ir cuando un gigante se fijó en tus hablidades: el Vasco da Gama.
El olvido de tus hazañas es inaudito al revisar un palmarés que envidiarían muchos. Formaste parte de uno de los más grandes equipos de la historia del futbol brasileño, el Vasco conocido como “victoria exprés”, con el que cinco veces ganaste el Campeonato Estatal de Río. Seguramente tu recuerdo más dulce fue aquel Campeonato Sudamericano de Campeones de 1948, el torneo precursor de la Copa Libertadores, donde te erigiste como un gigante para detener a los oponentes. Sí, tu equipo te debe esa victoria, pues en el partido que resolvió el triunfo de los tuyos, detuviste un penalti al peligroso Labruna del River Plate.
Tu llegada a la selección fue un paso natural. Los primeros pasos fueron llenos de gloria. Gracias a tus buenas actuaciones y a la imparable capacidad goleadora de tus compañeros, Brasil ganó el Campeonato Sudamericano de 1949. Lo que pasó después de eso fue tu condena. Mundial en casa, un gol de Alcides Gigghia… el Maracanazo. No me quiero detener mucho aquí. Espero que me disculpes, pero la referencia es inevitable; fue lo que marcó el resto de tu vida.
Pero fueron las lesiones las verdaderas culpables de tu salida de la cumbre futbolística, no ese gol. Y a pesar de eso, jugaste hasta los 41 años.
Qué injusta es la vida. Siendo uno de los más grandes, fuiste el chivo expiatorio de una derrota. Los fallos de tus compañeros frente a la portería uruguaya y el mérito de tus oponentes (quienes irónicamente te reconocieron más que tus compatriotas) no contó para el hincha airado y el periodista que en cada oportunidad te recordaba ese partido frente a Uruguay.
No moriste solo aunque la leyenda así lo diga para hacer de tu paso por el mundo una tragedia interminable. Lo que sí es una verdad es que sufriste por cincuenta años gracias al recuerdo de ese gol. Bien se dice que a todo jugador se le perdona un fallo, menos al portero.
Tu historia es parte de la memoria popular del balompié mundial. Tabaré Cardozo, cantautor uruguayo, te dedicó una entrañable canción que recuerda el día en que quemaste los postes de aquella portería maldita.
A pesar de todo, Moacir, tu nombre es sinónimo de gloria para el Vasco da Gama. Sigues siendo considerado una leyenda por la mayoría de los aficionados de ese club al que ayudaste a consolidar como un gigante. Eso es lo que vale la pena recordar este 27 de marzo, día de tu cumpleaños.
Dejaste este mundo hace casi quince años. Es justo que ese estigma de ser “el hombre que hizo llorar a Brasil” desaparezca de una vez por todas. No sé si la derrota de Brasil por 7-1 frente a Alemania en el Mundial de 2014 sea lo que te deje descansar en paz… pero ojalá que así sea para que esa nueva tragedia brasileña tenga un valor tangible para la memoria del balompié amazónico.
Yo prefiero recordar tu existencia como el mejor portero en la historia del Vasco da Gama. Así de grande eras. Feliz cumpleaños, Moacir Barbosa.