Por: Roberto Quintanar
No es que William Yarbrough represente la pérdida más sensible que haya sufrido el futbol mexicano la causa principal de que existan voces críticas hacia el seleccionador nacional por no anticiparse al llamado de los Estados Unidos. Se trata de una cuestión de idiosincrasia.
Antes de continuar, hay que aclarar algo: William es un muy buen portero y su convocatoria al cuadro de las barras y las estrellas fue bien ganada. Fue el mejor regalo que llegó para él justo a unas horas de cumplir 26 años.
Sin embargo, Herrera no se equivoca cuando afirma que hay varios guardametas mexicanos que están por lo menos al mismo nivel del cancerbero del León nacido hace en Aguascalientes. Además, para el largo plazo existen porteros jóvenes como Raúl Gudiño y Toño Rodríguez, quienes ya tienen experiencia con selecciones menores.
Pero en la mente de muchos aficionados existe esa extensión de la idea de arrebato, la sensación de que el vecino del norte roba lo que nos pertenece. Fueron ellos, no alguien más. Era casi una tarea obligatoria no facilitarles las cosas, amarrar a los jugadores que pudiesen optar por defender la camiseta que más odia la fanaticada nacional. Sólo en el momento en que Klinsmann se fijó en él, Yarbrough se convirtió en una de las primeras opciones, en el “talento desperdiciado” cuando poco antes muy pocos lo veían como una verdadera opción para hacerse de la portería tricolor.
Es momento de madurar. Aquí no hubo arrebato alguno. William vivirá su sueño donde puede hacerlo.