Fue un episodio traumático para Cruz Azul. Era la final de la Liga de Campeones de la CONCACAF 2009-2010. Con el título en sus manos, manteniendo a raya al Pachuca durante más de 90 minutos, los cementeros ya celebraban de forma anticipada en el Estadio Hidalgo un título que rompería una sequía que arrastraban desde 1997, último año en que habían ganado un torneo oficial.
Con el global de 2-1, no parecía haber forma de que alguien arrebatara la gloria a los de La Noria. Pero entonces apareció un demonio llamado Édgar Benítez que provocó una de las más grandes amarguras a la afición de Cruz Azul, una herida que arrojó a la institución celeste a una fuerte depresión. El 2-2 final dio el trofeo a los hidalguenses por el gol de visitante conseguido en el Azul.
Pero el que a hierro mata, a hierro muere. Y en esta ocasión, casi cinco años más tarde, los que en ese entonces sonreían se ven bañados en un mar de sus propias lágrimas.
Tras un 2-2 en el Hidalgo, hoy Pachuca llevaba ventaja de 1-0 en Montreal frente al Impact y tenía en el bolsillo un lugar casi seguro en las semifinales. Pero un demonio de apellido Porter dio a los Tuzos una sopa de su propio chocolate y anotó en los segundos finales de la vuelta de los cuartos de final en la edición 2014-2015 del mismo torneo en el que años antes los de la Bella Airosa habían aplicado dicha dosis a Cruz Azul.
Así es el futbol…