Por Uriel Flores
Por los recientes hechos en Siria les traemos una historia en la que futbol puede sanar tristezas y dar un poco de esperanza.
Zaatari es un campo de refugiados en Jordania a escasos 11 kilómetros de la frontera siria. Más de 80 mil personas viven aquí. De esa cifra, cuatro mil 500 niños y jóvenes se reúnen en la cancha sintética del lugar, que fue inaugurada por la UEFA. Un campo anterior fue desmantelado y los materiales se utilizaron contra el frío en la zona.
También llegan profesores de futbol a dar clases de autoconfianza, ya que consideran que es importante después de haber sufrido estragos por la guerra. También se les inculcan valores como parte de su crecimiento social.
Jugadores y representantes de la FIFA han visitado el territorio. Consideran que la práctica del deporte, en este caso el futbol, permite a los chicos vivir sanamente con pleno respeto a su dignidad. Uno de los últimos en sorprender a los chavos fue Mesut Özil.
Para ellos el balón no es precisamente un distractor, y sí un mecanismo de integración que, entre otras situaciones, contribuye en su desarrollo ofreciéndoles un pequeño mundo sin violencia.