Por: Roberto Quintanar
Es una solicitud surgida desde las entrañas de la plasticidad deportiva y la historia, Roger: hazlo por quienes te vimos cambiar la mentalidad de un joven inestable en sus emociones sobre las canchas a la de un hombre de temple que domina el timing como nadie en esta u otras vidas.
Hazlo porque eres el aliciente para cualquier veterano, un ejemplo para aquellos que buscan demostrar su valía en esos ámbitos supuestamente reservados para los más jóvenes. Con una raqueta los guías a no rendirse y a luchar para no dejar de lado su vigencia, ya sea con la pluma en la mano, el archivero, las calculadoras, la herramienta y maquinaria o los dedos sobre un teclado.
Sí, Roger. Aunque seas un veterano en el deporte que practicas, nadie siquiera se atreve a cuestionar tu grandeza. Ya no posees el trono, pero ninguno de quienes lo han ocupado tras tu abdicación te llenan siquiera un zapato. Y no es cuestión de números, sino de esa virtud que no se puede explicar con palabras y únicamente se observa cuando estás en una pista.
Hazlo una vez más, Roger. La grama de Wimbledon así te lo exige. Sabes bien que ese césped era uno antes de ti y es otro desde que te paraste en él.
Sólo una vez más, por favor, levanta ese trofeo que en realidad siempre te ha pertenecido. El brillo de su color dorado no es tan resplandeciente cuando es levantado por otras manos, como si con capricho decidiera lucir más en poder del jugador con más clase y técnica en la historia del deporte blanco.
El peso de la historia también te lo pide. Si enfrente están los Djokovic, Nadal, Wawrinka o Murray, poco importa. A todos les has demostrado que no son ni serán tú. Ninguno de ellos es ni será Su Majestad.
El adiós parecía cercano y hoy ya no sabemos qué tan lejos esté. Pero a sabiendas de que ese fantasma te acecha desde hace unos años, te lo pedimos: levanta ese trofeo y vuelve a ser el soberano de Wimbledon… sólo una vez más, muestra esa grandeza que nadie más tiene… sólo una vez más.