Por Oscar Donis
Siempre hay anécdotas curiosas en el futbol, algunas de ellas son relacionadas con el clima, como la muy inusual que le tocó a Samuel Bartram en el lejano diciembre de 1937.
Sam fue un portero inglés del modesto Charlton Athletic que participó en el ascenso a la primera división del equipo. En un partido cuando ya se codeaban con los mejores, le tocó enfrentar al Chelsea en Stamford Bridge. El clima no era el óptimo, había una densa neblina en el campo, que cegaba a los futbolistas e incluso a los mismos aficionados.
En su autobiografía Bartram cuenta que el árbitro detuvo el juego y por momentos que la visibilidad era mejor lo reanudaba. El Charlton dominaba, la distancia y la neblina hacían que cada vez viera menos siluetas a su alrededor.
Todo era una incertidumbre -como los americanistas con sus fichajes-, nadie sabía lo que veía. Algunos veían sombras, otros no veían más lejos de sus narices. El juego se tornó algo silencioso, nadie se movía de sus lugares.
Después de un rato Sam se extrañó, ninguna jugada llegó a su portería en un largo tiempo. Él siguió en su lugar hasta que de la densa cortina de niebla salió un uniformado, era un policía. El oficial le dijo que el arbitro había suspendido el partido y que había estado parado solo por un cuarto de hora.
Para el jugador con más partidos (623) con el Charlton esta anécdota no fue más que eso, un relato chistoso, que pareciera una historia sacada de algún cuento.