Por: Enrique Ballesteros
Antes de Pelé y Maradona existió un Dios que reventó los límites del juego. Tomó la forma de un viejo prematuro que parecía que se desplazaba lerdo, sin embargo decían que era una saeta. Calvo y con arrugas marcadas en la frente, como las de los sabios que tienen aprendidas prácticamente todas las lecciones de la vida. Son pocos los que tienen presente la estampa de este futbolista luciendo joven, aun siéndolo. Un héroe vestido de blanco, como los clásicos, que en vez de laureles tenía una corona de cabellos escasos que en su momento fueron rubios. Nunca portó el ostentoso 10. Fue un nueve y casualmente el número 9 es el signo del genio artístico. Es el número de la persistencia, la generosidad y la capacidad de empuje. Aunque también dicen que se autoadulan, que son posesivos, que no cuidan sus finanzas y necesitan acaparar la atención del mundo.
Y que se haya llamado Alfredo también perfila al personaje. Amigo de la paz o gobernante pacífico significa el nombre germano (por cierto, el primer apodo que tuvo fue “El Alemán”, por sus rasgos). Simpáticos, amables en su trato. Con mucha imaginación. Que le gustan los deportes y tiene mucha energía. Que contagia de entusiasmo a todos los que están a su alrededor. Y en el amor, necesita compartir sus ideales con su pareja. “Gracias, vieja” le escribió un día un libro entero a la pelota.
Volviendo a esa corona de escasos cabellos, nos encontramos con la coincidencia del apellido: Di Stéfano, que deriva del nombre griego “stephanos”, cuyo significado es “corona de laurel”, o bien, “el victorioso”, porque en la Grecia Antigua sólo los héroes que la conquistaban podían portar los laureles.
La Saeta, vaya apodo, aunque es el proyectil letal que nos remonta a nuestro ancestral origen cazador, la flecha señala trayectoria y sentido. Las saetas son palabras precisas, concisas, es hablar claro. Cuenta un antiguo relato que “un flechador al enderezar una flecha la mira a todo lo largo con un ojo cerrado, y de esto se saca la enseñanza de la visión unitaria”. Saeta también es un canto religioso muy gitano que va a capela, al paso del Cristo muerto en la semana santa. Un canto profundo de dolor que hoy, y con todas las distancias y el respeto a la religión del Jesús del madero, se debe cantar en honor a este Dios del futbol que ha terminado su aventura en el mundo de los humanos.