Por HRJ
Su fuerza es el barrio: alegre, hábil y echado pa'delante hasta la desfachatez. El barrio es también su condena: terco, acelerado e irresponsable hasta el cinismo.
Dos jugadas lo hicieron famoso. Las ejecutó durante el mismo partido, un amistoso contra Ecuador en mayo de 2014, una tras otra, con dos minutos de diferencia. En la primera Márquez filtra un balón que Oribe Peralta recibe y deja a Luis Montes, quien, a toda velocidad, sale hacia su izquierda y con la zurda le pega con todo el empeine y la mete pegada al poste.
La segunda, durante una circunstancia casi idéntica: Paul Aguilar se la deja a Luis Montes, quien a toda velocidad sale hacia su izquierda; se la adelanta demasiado y, sin ninguna posibilidad de recuperar el balón, lanza con la pierna derecha una brutal patada hacia el rival; su espinilla choca contra la rodilla de Segundo Castillo y se rompe el peroné y la tibia.
Horas después, desde el hospital, con la trágica certeza de que se perderá el Mundial de Brasil, escribe en su Twitter: “Sólo Dios sabe por qué…” y así, simplón y cínico, asumiéndose herramienta inanimada de la voluntad divina, se deslinda de responsabilidades.
Hoy es el motor de un León -club con el que ascendió en 2012- vertical y ofensivo, que esgrima la velocidad y la insistencia como armas principales. Dentro de este esquema, Luis Montes, dorsal número 10, tiene la obligación de botarse y de ser necesario, recibir el balón en territorios frecuentados por el contención y los centrales. Lo importante es que reciba el balón de frente al área contraria con espacio suficiente para imprimir una dinámica distinta… desconcertar es su talento, y por momentos, al dejar a Mauro Boselli solo frente al marco rival, cuando un segundo atrás el panorama lucía árido y lleno de obstáculos, su talento alcanza niveles de virtuoso.
Parecería lógico imaginar a Montes de regreso en la selección. Sin embargo, las imágenes contra Ecuador regresan: Golazo… un instante después lastima a un rival (al que también dejó sin Mundial) y se fractura en una jugada tonta, innecesaria, que de no haber salido en camilla le hubiera significado la tarjeta roja… Entonces surge un complejo dilema: ¿ponderar el talento o la irresponsabilidad? ¿Qué debe pesar más en el futbol moderno?