1.- Estoy contagiado por el Tri. Siempre pasa lo mismo. Por más escéptico que sea respecto a la Selección Mexicana, cada que toca hacer una cobertura el corazón se alborota. Se desea lo mejor, se construyen ilusiones. No se olvidan las carencias. Estúpido sería hacerlo. Pero se acude entonces a la petición de milagros, a los huevos que tantas veces han podido más que el talento. No pido que alcance para el quinto, pero que cuando menos haya México para el cuarto partido.
2.- México le viene bien a Santos. Por primera vez se sintió en esta tierra de leyendas el ambiente mundialista. No lo pusieron ellos, los brasileños a los que siempre se les adjudica la patente de la fiesta, sino los mexicanos que apoyan a los suyos aunque saben que la pintura no se ve bien. A veces es un apoyo superficial. Con forma de sombrero, de trompeta o de bigote de indio, pero otras tantas es auténtico. Hoy hubo de los dos. Los que quieren llamar la atención porque sí y los que sienten en el alma la pasión por la patria, que no va de por medio, pero el nacionalismo, como todo lo que genera pasión, me resulta bienvenido.
3.- Y hablando de los que gustan de llamar la atención, di con la reina del show. Una mexicana. O brasileña. Me explico: nació en México, a los 3 años vino a vivir a Brasil. Hoy se vistió de mexicana de pies a cabeza. Pantalón blanco, playera verde y un cinturón tricolor. Pero hablaba portugués. No se decidió ni por una ni por otra nacionalidad. El juego le resultó. Se convirtió en la figura a entrevistar. A falta de palabras de Chicharito, Giovani o Herrera, ella. Claro, no era fea. Eso también vende. Aquí se las presento:
4.- Justino es. Simple. Contundente. Tiene más logros que cualquiera en la historia del futbol mexicano. Que hubiera tan poco que superar es culpa de otros, no de él. Casi quedamos fuera de Brasil. Casi se va, mas solo se fue Chepo. Él ha llevado a la Federación a donde nunca antes. El objetivo se cumplió. No el del éxito deportivo en una Copa del Mundo en categoría mayor, sino el de ser una empresa rentable, sana, millonaria incluso. A Televisa le resulta buena inversión. ¿Al futbol mexicano? También. Y si no que alguien presente los mismos trofeos como currículo. Hoy entre pasos de samba y un portuñol aplaudido por Alexandre Souza, prefecto de la Ciudad, me convenció. He is the man.
5.- Somos o nos hacemos. Vivimos en la contradicción. Pegarle a Chicharito es deporte nacional. Un tronco con suerte, un poste con patas. Oribe es Hermoso, aunque ya no anote. El problema es que no tenemos consistencia. Llega el camión del Tri al Parque Balneario y se implora que Peralta aparezca en la puerta del autobús. Se lleva palmas, gritos, elogios. Pero el no va más, por el que el público se rinde, por el que se perciben gritos orgásmicos de mujeres y hasta de hombres es por Javier. Querámoslo bien, apreciémoslo. Lo que vivió en Manchester United fue bueno mientras duró. Para él y para nosotros. No lo olviden o péguenle siempre no nada más cuando está lejos.
6.- Ahora sería injusto que sentarán a Ochoa. Para mí, el portero era Corona. Pero el manejo que el Piojo ha dado a la disputa por la titularidad ha abierto la puerta de las susceptibilidades. Alimentar la fe de un portero que ha sido suplente en dos Copas del Mundo, una con robo descarado cortesía de Aguirre, y no darle la titularidad sería un crimen de vestidor, de esos que pueden provocar fisuras. Ochoa ha aguantado. Sólo una vez pidió no ser convocado. Ha sido leal a México. Toca que Herrera sea leal a sus palabras y dé a la novela de la portería un final feliz, que no sería otro que Paco Memo en la portería.