POR: Mauricio Cabrera
1.- He tenido suficiente de México. Ya les mostré que será Ochoa y no Corona el arquero de la Selección Mexicana. Les enseñé imágenes que nadie más trae. Y le deseó lo mejor al Tri, pero viene la inauguración y se vale hacer una breve vuelta a la página para después retornar a la de tres colores. El Mundial no irá bien. Tengo la certeza. No porque los goles vayan a dejar de festejarse ni porque los estadios vayan a verse desiertos, sino porque en las calles ni la fiesta es fiesta ni el futbol un juego. La fiesta es depresión social y el futbol una herramienta política que necesita del brillo de Neymar y Brasil para terminar de apuntalar la maquinaria. Los estadios son cajas fuertes; las televisiones fuera de Brasil, aparatos engañosos que pintan el mundo de color rosa. Si de algo me ha servido este Mundial es para concluir que las fronteras siguen existiendo. Internet acelera el flujo de información, pero la injusticia, la desigualdad, la rabia y la furia contenida o se viven en carne propia o son música al viento.
2.- El Mundial como un mosaico de vidas. En Brasil se cuentan treinta y dos historias. Los periodistas empacamos la vida personal y la revivimos con voces e imágenes, pero en el fondo contamos la del país al que representamos. Soy México, aunque me veten por publicar contenido valioso al usuario. Y el tico que duerme seis habitaciones más allá, sale despavorido porque se lesionó Heiner Mora y se perderá la Copa del Mundo. La nación antes que el hombre. Se dirá que la patria no va en juego, pero con el corazón no se manda. Y de estos treinta y dos ejércitos que cuentan sus historias, gozan sus alegrías y padecen sus tristezas, cada uno de nosotros en sí mismo o con el grupo que nos acompaña forma sus propias tropas. Es apasionante. Luchas por tu país. Le deseas lo mejor. Compartes con los de tu patria, pero son también tus enemigos. Adictivo como la cocaína.
3.- El futbolista no tiene la culpa. Él juega, nosotros hacemos lo demás. Las persecuciones cuando salen a caminar. Las imágenes de ellos comiendo. Las mujeres, altas, gordas, flacas y chaparritas, que se asoman a la entrada del hotel para ver si alguno de ellos se asoma. Los gritos. Las alabanzas. No podemos exigirles que no sean mamones si nosotros mismos les elevamos el ego. Quizá sería mejor que sólo importara la cancha, que si salen a caminar no hubiera necesidad de perseguirlos, que no importara si comen paella o pasta. Ellos lo desean y nosotros también, pero la nota ahí está. A veces ni es nota, pero la gente ha decidido que esos contenidos la atrapan. Y a ellos nos debemos.
4.- Federico Peretti se hizo una buena pregunta en juanfutbol. ¿Qué pasaría si fuera Argentina la que organizara un Mundial? Su respuesta fue sombría. Catastrófica. Pinta el mismo escenario frío, revoltoso y en hervor que se vive en Brasil. Si hago lo mismo para México, no estoy seguro. Allá nos comeríamos la historia. El Mundial apendeja a todos, pero a nosotros aún más. Habría abucheos para Peña en la inauguración, pero pobre de aquel que osara manifestarse de manera multitudinaria en la Copa del Mundo. Es más, si alguno lo hiciera, nos uniríamos contra ellos para agarrarlos a palos. ¿Qué imagen vamos a dar? ¿Cómo se les ocurre boicotear nuestra Copa? No termino de escribir y ya deseo que algún día vuelva la Copa a nuestro país. No importa que nos endeudemos. Tampoco que el Mundial se pague con nuestros impuestos. ¡Queremos la Copa! Si Juan Pablo II se dijo mexicano, la FIFA lo puede hacer cuando quiera. Nada más nocivo que los fanatismos.
5.- Me gusta la calma lluvia. Me gusta despertar con el mar enviando olas. Me gusta que México esté en el Mundial. Me gusta sentir que hablo portugués aunque en realidad sea portuñol. Me gusta andar con mochila cual intrépido explorador. Me gusta descubrir lugares. Me gusta el refresco de guaraná. Me gusta la manera en que los brasileños dicen de nada. Me gustan los chocolates que venden. Me gusta la cerveza Brahma. Me gusta el Mundial. Ante tanta queja de Brasil, más me valía hacer un listado de lo que sí me gusta. Gracias por acompañarme.