POR: Mauricio Cabrera
1.- Herrera vale. No es el mejor técnico. Lo más probable es que no alcance más que otros y tal vez consiga incluso menos que otros. Pero es auténtico. Comparamos su estilo con el del Vasco Aguirre. Se parecen. Sin embargo, hay una gran diferencia: el Piojo actúa de manera transparente. Sin estrategias ocultas. Aguirre es simpático cuando quiere, vulgar cuando le conviene y mamón si se lo propone. Herrera es siempre Herrera. Cree cada palabra que dice, actúa acorde a sus convicciones, aunque a veces sean tan absurdas como defender las marranadas de su hija y acusar las de Bosnia. Es transparente como el agua. No saldrá con la gorra caída ni se hará la víctima para desorientar al rival. Será presumido ganando y ardido si pierde. Cuando menos sabemos el técnico que tenemos.
2.- Las pequeñas sociedades ilusionan. El Piojo reconstruyó un equipo que estaba a la deriva. Las sonrisas aparecen en todos. Chicharito juega de portero y disfruta viendo a Ochoa de delantero. Marco Fabián y Gio se ríen en complicidad mientras disputan un balón mano a mano. Jugadores clave que se han unido y que aún sabiendo sus carencias gozan jugando futbol. Lo anímico no alcanza, pero algo es algo.
3.- Giovani es desesperante. Si arriba elogié que disfrute su amistad con Marco Fabián, ahora criticaré que sea el único que no habla con los medios de comunicación. Atendió a los aficionados, les puso buena cara. Posó para ochocientas mil selfies. Bromeó. Y luego, a través del desdén, ignoró a los medios, o lo que es lo mismo, les pintó dedo. Lleva tiempo haciéndolo. No se da cuenta que su enemigo es la falta de gol, no los medios que tanto contribuyeron en su momento a alimentar el mito del Ronaldinho mexicano. No sé si es porque estoy enojado o porque ya no viste de blaugrana, pero ya ni se parece. Dos Santos perdió el encanto desde que su dentadura mejoró en vez de empeorar. Ronaldinho sólo hay uno. En la cancha y en la boca.
4.- Brasil no es Brasil. No el que se piensa cuando se ven los reportes del carnaval en la televisión. Hay menos fiesta de la que se cree. Pocos visten con alguna playera futbolera. No sólo de la Selección, hasta las de Santos en Santos son difíciles de encontrar. La ciudad sede del Tri es de clase media-baja. Más baja que media. Hay amabilidad y ya detonó la curiosidad por tomarse una foto con la Selección Mexicana, sobre todo con el autobús, que pernocta frente a la entrada del Hotel Parque Balneario. De ahí en fuera hay poco, demasiado poco. No porque diga la verdad significa que no esté disfrutando. Es una Copa del Mundo y cuento los días para que comience, aunque ello vaya a implicar irme a meter al infierno de tráfico y huelgas de Sao Paulo. Por cierto, qué bien se siente poderse quejar de una metrópoli que no sea el DF.
5..- Los mexicanos tenemos una fascinación por la grasa. En cuanto la vi brillando en el enorme cazo sentí movimiento en el estómago. No comí porque acababa de desayunar, pero no olvido su luminosidad. Era un hervidero. Brotaban deliciosas burbujas. No era para quesadillas ni tacos. Hubiera sido demasiado pedir. Era para pastes y salgados. Amo la grasa y tengo, como casi todo mexicano, a un Jamaicón por dentro. Imaginen que están en el extranjero, que no pueden desayunar más que huevo revuelto o pan con jamón y queso. Ahora vean esto. Me van a entender. Bendito eres, Villegas.
6.- La justicia será retroactiva con Ochoa. Lo sentaron con justicia en la primera y le robaron la segunda. La tercera era de Corona. Jesús encabezó casi todo el proceso. Moisés estuvo de actor invitado. Ochoa era el suplente. Pero Herrera cambió de parecer. En meses, Ochoa habrá logrado lo que en años no había podido. Mi apuesta es que va de titular. El caso no es si resulta justo ahora o no, sino que si alguien merece suerte y hasta capricho a su favor es él. Y eso que sigo pensando que yo pondría a Corona.
