Acostumbrados a ver al City de la Premier, un equipo ligero en una liga robusta, todos salimos desilusionados del Etihad aquel 18 de febrero. Pellegrini dejó en la banca a Nasri y Dzeko, alineó con Navas casi de lateral derecho y Kolarov de izquierdo. Se jugó todo a un balonazo desconocido rumbo a Negredo y apuntaló las fronteras de Touré y Fernandinho con la fiereza de Demichelis, que saliendo de atrás, iba a buscar a Messi hasta el centro del campo, una, otra y otra vez, hasta que a Demichelis le rompieron la cintura.
En los octavos de Champions 2014, El Etihad cambió el plano horizontal por el vertical. La presión colectiva por la pasión individual. Su City no era el de siempre. Pellegrini, que aprendió a golpe de eliminatoria con Villarreal y Málaga, decidió que frente al equipo que patentó la “posesión”, no había otra opción que entregarle la pelota y buscarle las espaldas. Pero el Barça de Martino, a pesar de conseguirla gratuitamente, no asumía demasiados riesgos con ella. Incluso parecía conforme con el trato a ceros que le estaban ofreciendo en la ida. El primer tiempo terminó bien engrasado por la táctica de los entrenadores.
Pellegrini, que siempre fue el primer actor de Cenicienta, romántico semifinalista con aquel Villarreal de Riquelme y valiente cuartofinalista con un admirable Málaga eliminado en Dortmund, no estaba dispuesto a repetir el mismo papel en Champions. Esa noche prefirió un parlamento sensato. Sin escenas románticas ni detalles heroicos. No iba a ser, otra vez, el que se sacrificara por el espectáculo. El que jurara por el libro de estilo mientras su rival gana el juego. Para muchos, Pellegrini quedó retratado como un miedoso, para otros, hizo lo correcto porque el partido le funcionó hasta el minuto 54. Cuando aquella falta de Demichelis fuera del área se cobró como penalti y Messi, marcó el 0-1. Minutos después Alves remató el 0-2 y en la ida, el Barça acabó con la vuelta.
Los octavos de final entre Barça y City terminaron con resultado de 4-1 global en el Camp Nou. No fue el injusto penal sobre Messi en El Etihad lo que eliminó al City, como tanto discutieron las redes sociales entonces. Fue la justa expulsión de Demichelis, por desubicación geográfica, lo que estropeó el gran paisaje de aquella eliminatoria al minuto 54. Hoy que el Barça de Luis Enrique regresa a Manchester, Pellegrini debe olvidarse del miedo y volver al papel de Cenicienta.