Por: Roberto Quintanar
Últimamente, el América es experto en dar la espalda a sus figuras. Por lo menos cuatro de sus hombres más importantes han tenido que salir casi por la puerta de atrás pese a haber entregado buenos números en la cancha.
Moisés Muñoz es el caso más reciente, y por lo tanto, el más sonado. Portero que siempre respondió y salvó en aquel casi legendario Clausura 2013 una final para el equipo, fue prácticamente traicionado por la directiva, que en plena liguilla cerró el trato que llevaría a Agustín Marchesín hacia Coapa. “No me dejaron pelear un puesto”, expuso Moi al confirmar su adiós.
Pero nada de eso fue nuevo. Años antes, el Ame se negó a homenajear a Cuauhtémoc Blanco o por lo menos permitirle retirarse en el equipo. Tras salir casi con una patada en la espalda a mediados de 2007, se marchó a la MLS para luego deambular en varios equipos del Ascenso (Veracruz, Dorados, Lobos BUAP, e Irapuato), el legendario atacante concluyó su carrera tras ganar la Copa MX con el Puebla. Sólo el Centenario del equipo permitió al Cuau, cuando éste ya era alcalde de Cuernavaca, jugar un último partido con el equipo, casi 10 años después de que le habían dado las gracias y mostrado la puerta.
Jesús Molina también sufrió en carne propia las malas formas de los dirigentes americanistas. En plena liguilla del Apertura 2014, la directiva le comunicó al centrocampista, una de las piezas clave en ese semestre, que no entraba en planes con el equipo. “Por amor propio y orgullo, dimos lo mejor de nosotros mismos y logramos salir campeones”, expresó el elemento después de que las Águilas vencieran a Tigres en la final de ese torneo. Más ingratitud, imposible.
Rubens Sambueza vivió una situación similar. A pesar de que, según el mismo jugador, Ricardo Peláez le había confirmado que seguiría en América, un día después fue puesto transferible para luego ser adquirido por el Toluca. La supuesta indisciplina del argentino fue el detonante de su partida.