Por: Roberto Quintanar
Su semblante se hacía menos firme conforme se acercaba el ocaso del tercer set, que fue también el ocaso de su dominio absoluto en la tierra batida de París. Rafael Nadal lo supo desde que Novak Djokovic quebró su saque en la segunda manga: todo en este mundo conoce un final.
Los buenos golpes y hasta la suerte del campeón no acompañaron al de Manacor esta tarde parisina. Frente a él, la figura del serbio que años atrás despedazó el duopolio impuesto por el mismo Rafa y Roger Federer se hizo demasiado grande e imponente incluso para aquel que había hecho de Francia su imperio, una monarquía absolutista en la que su sonrisa y el tradicional mordisco al trofeo eran la estampa final del torneo pasara lo que pasara.
Nadie más que Djokovic podía ser quien tomara por asalto ese fortín. Comandante de un destino inevitable y anticipado acorde con lo mostrado en Roland Garros y a lo largo del año en el circuito de la ATP, Nole llegó con seguridad de sobra para plantar su artillería.
Esta nueva Revolución Francesa, protagonizada por dos extranjeros en la arcilla, culminó sin necesidad de tomar La Bastilla: el combate, cruento en la primera manga por una reacción monumental del ibérico, rápidamente se hizo desigual y, como sacando la bandera blanca pidiendo negociar la paz, Nadal entregó el partido con una doble falta. “No más, por favor”, parecía decir el monarca ante la enormidad de un serbio que está a dos partidos de reclamar para sí el trono francés, esa corona que tanto se le ha negado.
La única vez que Nadal había doblado las manos en Roland Garros había sido en 2009, cuando un desconocido Robin Söderling le tomó por sorpresa. Desde entonces, nunca nadie había siquiera hecho sombra en ese trono que hoy debe dejar por haber sufrido su segundo revés.
El dolor de Rafa fue doble. Hoy, en su cumpleaños 29, debió sufrir el revés más doloroso de su carrera porque el destino no se puede eludir, y además reconocer una realidad: Novak Djokovic es, hoy por hoy, el mejor… hasta en tierra batida… hasta en Francia.