Por Miguel Alejandro Reina
Dicen que la portería es una posición solitaria, que el futbol se ve distinto desde el marco. Muchas veces el ansia de un portero por participar en el juego o por tocar el balón, es la causante de los errores que se convierten en derrotas.
Quizá por eso a nuestro Brody le gustaba salir tanto, hacer las veces de líbero, tirar una gambeta a los delanteros rivales, distraer con un su uniforme de colores fosforescentes. Sí, antes que Neuer existió Campos, el arquero más goleador en la historia del futbol mexicano, el cuarto a nivel mundial y el alguna vez nombrado tercer mejor portero del mundo. La clave de su éxito es que siempre lo dio todo, se esforzó, nunca dejó de luchar y siempre dio hasta el último aliento para alcanzar su sueño.
Acapulco para muchos es sinónimo de fiesta, playa, vacaciones, romance o la casa de Luismi. En contraste, en la parte alta del puerto existen colonias pequeñas y escasas, de gente alegre y cálida, donde la pobreza no es impedimento para divertirse y soñar en grande junto a un balón. Jorge Campos es parte de estas historias de Plan de los Amates, de ese Acapulco tradicional.
Es el más pequeño de sus hermanos, Para su papá Jorge era el que menos cualidades tenía para esto de patear un balón. Por eso lo relegó a la portería de su equipo Delfines. El destino le sonreía al club mientras que el pequeño Jorge hacía corajes. Se veía anotando goles y no evitándolos, por eso, pese a los reclamos de sus compañeros y de Ñoño su padre y director técnico, era una constante verlo abandonar la portería para sumarse al ataque.
Desde ese entonces hizo de la irreverencia una cualidad. Siempre creyó. Siempre dio hasta su último aliento para lograr su objetivo. Nunca se dio por vencido. Eso lo llevó a imponer un estilo de juego que llamó la atención del mundo entero. Campos como ningún otro arquero, sabía leer la mente de los atacantes rivales, por eso siempre podía anticipar sus movimientos, era pues, un portero con cerebro de delantero.
En 1985, los Pumas, dirigidos por Miguel Mejía Barón, viajaron a Acapulco para realizar su pretemporada de playa, entre la afición acapulqueña que acudía a los entrenamientos de los universitarios se encontraban Ñoño y sus hijos, quienes propusieron un encuentro interescuadras contra sus Delfines. Los felinos le entraron a la reta y fue entonces cuando un resignado Campitos en la portería fue observado por esa aura distinta que le rodeaba.
Le ofrecieron una prueba con el equipo universitario, a la cuál acudió para quedarse. Así empezó la leyenda. Debutó en Primera División en 1988 y para el siguiente año ya era titular. Jugó de delantero la temporada 89-90, anotó 14 goles en la liga y siete en el torneo de la Concacaf. A la partida de Adolfo Ríos, la portería puma le fue heredada para ser campeón en la 1990-91 en la final del Tucazo ante América, donde se le recuerda haciendo una dramática atajada de último minuto. Campos siempre daba hasta su último aliento por el equipo.
Jorge jugaba sonriendo, lo mismo daba un partido de liga en C.U que unos octavos de final en un Mundial contra Alemania, el juego para él era el mismo. El Tri tuvo en él a su máximo exponente bajo los tres palos a pesar de su 1.70 de estatura. El niño acapulqueño que surfeaba con un balón alcanzó el sueño. Hoy muchos cracks históricos reconocen en él a un ser humano extraordinario capaz de hacer en la cancha lo que muy pocos.
Juanáticos, hablar de Campos es hablar de la alegría del juego, de la dualidad del gol y la atajada, del que impuso una moda de uniformes estrafalarios. Hablar de Campos es hablar de una historia ejemplar de lucha y sueños realizados.
Así como Jorge Campos hoy ha logrado lo que nadie y su historia hoy nos inspira a todos, Clorets busca esos nuevos héroes mexicanos que todos los días se esfuerzan por cumplir sus metas, aquellos que todos los días dejan hasta el último aliento en cada acción que realizan para que México haga historia y también para ganarse premios como televisores, camisetas y balones oficiales de la Selección Mexicana.
¿Cómo lograrlo?
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Tú has hecho lo que nadie y tus historias nos inspiran a dar lo mejor.