Por: Llanely Rangel
Era sábado 14 de enero del 2012. Ese día, Héctor Miguel Herrera López no había conseguido nada extraordinario en su primera aparición en el estadio Hidalgo, tal y como lo había soñado tantas veces.
Tenía 21 años cuando debutó en el máximo circuito, no muchos para ser el papá de Héctor David, su hijo de ahora tres años. Su edad no era razón suficiente para pensar que tenía experiencia futbolística, pero sí argumentos necesarios para ser uno de los convocados a la Selección Preolímpica Mexicana.
Ahí comenzó todo. Atrás había quedado el uniforme celeste que vestía con los Venados de Tercera División y las múltiples carencias que vivió con el Cuautla o el Tampico-Madero de la segunda categoría.
Cumplía 22 años cuando la suerte le empezó a sonreír. En un súbito suspiro se convirtió en uno de los campeones del torneo Esperanzas de Toulón. Más tarde, se convertiría en campeón de los Juegos Olímpicos e integrante regular en la Selección Mexicana. Nadie se hubiera imaginado que este jugador imparable en el mediocampo, también lo ha sido en la vida.
Cuando comenzó a llamar la atención, algunos clubes europeos como el Manchester United o el Udinense se le acercaron. Figuraba como uno de los cinco futbolistas más baratos del Pachuca con un valor en su carta de 927,000 dólares; en comparación con el resto de sus compañeros, Héctor era una ganga para cualquier equipo del Viejo Continente. Entonces apareció el Porto. Era 2013. Pachuca abrió las negociaciones y al final el acuerdo se cerró por 10.8 millones de dólares, una operación que benefició a ambos conjuntos.
La vida con la Jaiba Brava
Era 2010. Tampico- Madero necesitaba refuerzos luego de perder la final frente a Celaya en trágicos penales. “Va a llegar un refuerzo… ¿quién será?”, se escuchaba decir en los vestidores, hasta que un seudónimo terminó con el enigma: “le dicen el Zorro”.
“¿Qué tal juega ese tal Zorro?”, le preguntaron a Luis Sánchez, el jugador más experimentado del equipo, quien no necesitó meditar su respuesta: “es un futbolista de otro nivel”. Esa afirmación bastó para que las ilusiones de los Jaibos aumentaran en su búsqueda por el ascenso.
Así empieza la historia de un futbolista que para Emilio Cuervo Rivera, ex directivo del club de Tamaulipas y amigo del jugador, “es más de futbol que de palabras”.
Originario del corazón de Baja California, de la ciudad de Rosarito, Héctor Herrera llegó cuatro años atrás a la Universidad del Futbol en Pachuca. Tiempo después sería trasladado al Tampico Madera gracias a un convenio que tenían ambos clubes.
En esa zona sur de Tamaulipas, en donde las tardes eran frías, Héctor se subía a la azotea de la casa club. Parecía que sólo desde esa perspectiva podía vislumbrar su futuro, porque luego de permanecer un largo rato conversando con compañeros, decía: “van a ver que llegamos lejos… van a ver”.
De sueños europeos
Héctor Herrera y Miguel Ángel Morales solían llegar a casa de Emilio Curevo Rivera para bañarse, debido a que el club estaba en crisis financiera y no había agua caliente, mientras en la televisión del hogar casi siempre había un partido de futbol.
“Emilio, vas a ver que un día uno de nosotros va llegar a Europa, yo siempre les digo a los chavos que no se desesperen, así es el futbol, muchas veces nos toca estar en situaciones como éstas, pero luego se te recompensa”, aseguraba Héctor a los presentes mientras mantenía fija la mirada en el televisor.
Parecía increíble que a pesar de los difíciles momentos que estaba pasando no dejara de soñar. Un momento peor estaba por llegar al Tampico- Madero. El club había calificado a la Liguilla pero por adeudos quedaría eliminado de la competencia.
Emilio todavía recuerda los ojos llorosos de Héctor y sus palabras llenas de amargura: “claro, como sabían que si pasábamos a la liguilla saldríamos campeones…”, pero se negaba a perder de esa forma: “¡todo menos esto!, que nos echen sin jugar, que nos den chance”.
Grupo Pachuca trató de intervenir, pero era tarde. Después de esto, Héctor regresaría a las fuerzas básicas de los Tuzos prometiendo volver para consagrar campeón al Tampico-Madero.
“¿Y si no regresas? ¿y si consigues un lugar como titular en la Primera División?”, le preguntaron antes de partir… “pues estaría fregón, pero estoy comprometido con la Jaiba Brava, esperen, que pronto nos veremos y será diferente”, replicaba Héctor.
Honor a quien honor merece
Se volvió realidad. Los años 2011 y 2012 fueron para Herrera tiempo de cosecha. Su participación con el primer equipo de Pachuca fue mucho más constante con el estratega Efraín Flores, e incluso fue nominado en la categoría de novatos para el Balón de Oro en el torneo Apertura 2011.
No consiguió ser el ganador, pero aun así valoró la nominación: “en estos seis meses me fue muy bien, hice un buen trabajo, y todo tiene su recompensa, quizá no ahora, pero en algún momento. Tuve seis meses de ensueño”.
Pasó poco tiempo para que llegara la recompensa de la que tanto hablaba. Con la Selección Nacional Sub-23 se convirtió en campeón del torneo Esperanzas de Toulon 2012, por si fuera poco, él, Herrera, el Zorro, fue galardonado como el “Mejor Jugador” de la justa. Pero no iba a ser todo, en ese año el sueño se extendería varios meses.
Parado a la mitad del mítico estadio de Wembley, con su tímida sonrisa y ojos llorosos, denotaba orgullo. Se veía como si parado ahí estuviera recordando cada momento de su carrera, como si estuviera reviviendo su historia mientras le entregaban el ramillete de flores y le colgaban la presea de oro de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Aquel fue un año inolvidable. Por su mente nunca pasó que antes de levantar un trofeo obtendría una medalla olímpica. Era el sexto en la fila de entregas, pero mientras galardonaban a José de Jesús Corona y otros de sus compañeros, no dejaba de sonreír como si la mueca fuera mecánica.
Regresó a Pachuca decidido a tener una de sus mejores campañas, pero sus miras aún seguían en el extranjero. Se veía codeándose con grandes futbolistas europeos. Varios diarios lo ligaban con equipos ingleses y españoles, pero ninguno lo daba por hecho, pero en junio de 2013 se acabaría la incertidumbre, el Porto haría oficial la compra del 80% de sus derechos.
“Cumplí mi sueño, venir a un club grande de Europa. Siempre he tenido esa meta y el Porto me dio la oportunidad. Ahora quiero empezar a trabajar y demostrar porqué me contrataron y creyeron en mí”.
Y a ese paso sigue, lento pero firme, cosechando lo que va sembrando. El centrocampista sigue construyendo su camino, hasta el jugador inglés Rio Ferdinand se toma la molestia de elogiarlo: “Herrera es una mezcla entre Di María y Cahill”.
Sí, en definitiva hoy ya no es el Zorro de pocas palabras y sueños lejanos, hoy es un jugador vital para la Selección Mexicana, un refuerzo acertado del Porto y un ejemplo para todos aquellos que sueñan con objetivos que parecen imposibles.