Por: Elías Leonardo
La edad le ha caído encima, y el retiro obligado también. El señor Antonio ya no puede atender su puesto de periódicos como lo ha hecho desde hace 30 años, la cirugía de corazón abierto a la que se sometió así lo demanda. Necesita cuidarse, reposar. Ha contratado a un chico que quiere retomar sus estudios de preparatoria después de dejarlos truncos por tres años.
Inquieto como es, y desesperado por estar en su hogar sin llevar a cabo actividades, el señor Antonio se aparece por su puesto de vez en cuando para mantenerse cerca de los vecinos, de sus clientes de toda la vida. Le resulta placentero interactuar con nosotros, le hace bien para su salud mental. “Eso de estar encerrado en la casa sin hacer nada, me vuelve loco”, suele decirnos.
Mientras conversamos sobre cómo va en su recuperación, el chico lee un ejemplar de la revista FourFourTwo. Sin hacer ruido, sin hablar, el señor Antonio me indica que voltee a verlo. Susurrando, me pregunta si me recuerda a alguien. Con una sonrisa infantil en el rostro de un adulto, le respondo que sí.
-Así como estás leyendo esa revista, un niño lo hizo hace muchos años.
Comienza a contarle la historia de un chamaco que cada ocho días acudía al puesto para comprarle la revista Don Balón. Le relata con lujo de detalle cómo era el entusiasmo de aquel niño cuando tenía su ejemplar en las manos, su dedicación para leer la publicación sentándose en una silla junto a los periódicos.
-Cada semana lo tenía aquí a primera hora. La revista se vendía poco, muy poco. De hecho nomás me surtía con un ejemplar, el de él. Apenas se lo daba y se sentaba justamente en el banco donde estás tú sentado. Después de leer la revista se seguía con Ovaciones y Esto. ¡Le fascinaba el futbol! Así como a ti. No hablaba de otra cosa.
-¿Y qué pasó?
-Pues creció. Antes los chavos tenían que enterarse de las Copas del Mundo en revistas y periódicos, no transmitían tantos y todos los partidos como lo hacen hoy. Compraban sus revistas y periódicos para enterarse de los nombres de jugadores, de equipos, datos en general. Todo. Así era antes.
-Yo no tengo cable. Aparte con la chamba y la escuela no me da tiempo de ver todos los juegos. Por eso le echo un ojo a las revistas, para no estar tan perdido.
-Aquel niño es él.
Confirmo lo dicho por el señor Antonio. Fue en su puesto donde conocí muchos pasajes del futbol mundial, especialmente a través de Don Balón, una publicación española que alimentaba conocimiento e imaginación ante la escasa tecnología de antaño. Mediante las letras trataba de recrear en la mente lo que me narraban sobre algunas selecciones o cracks.
Reparo en algo que ha comentado el señor Antonio y yo desconocía por completo. ¡Surtía solamente mi ejemplar! Dicha revelación, sorpresa mayúscula, me orilla a hilvanar un pensamiento descabellado pero honesto dado el momento: afortunadamente salió avante de una operación delicada para compartirme frente a frente su gran gesto. No sé cómo agradecérselo.
-¿Todavía tienes esas revistas?
-Sí, algunas.
El chico se incorpora del banco, va por una mochila, la abre y saca un paquete con cinco ediciones distintas de FourFourTwo: “Don Toño es un extraordinario viejo, siempre me las regala. Las cargo conmigo porque no me canso de leerlas. Es raro, pero a veces prefieres leer que ver el futbol. Quizá esté loco, a mí me pasa”.
-Una duda, ¿acaso nomás se surte con un ejemplar?
-No, sí surtimos unas cuantas.
El señor Antonio asienta con la cabeza. Mayor gratitud hacia su complicidad en mi infancia.