Por Farid Barquet Climent
Desde su adolescencia y hasta su muerte a los 75 años de edad, Lázaro Cárdenas del Río tuvo el hábito de redactar breves notas a modo de diario, mismas que hoy podemos conocer gracias a que las compiló y ordenó su hijo Cuauhtémoc y a que la UNAM las publicó en 1972, dos años después de la muerte del General.
Tal como menciona Marco Bellingeri, en una de esas notas, escrita durante los días de su campaña por la Presidencia de la República en 1934, Cárdenas dejó constancia de una convicción: “Volver a Morelos el cultivo de la caña. Sus tierras son especiales para ello”.
Esa política pensada por el cardenismo para el Estado de Morelos materializó en la fundación —poco más de un mes antes de la expropiación petrolera— del Ingenio Emiliano Zapata en febrero de 1938, que dio lugar a la creación, a finales de aquel año, de todo un municipio que habría de albergar buena parte de la zona azucarera y al que se puso el nombre de una de las haciendas que en el pasado estuvieron asentadas ahí: Zacatepec.
La obtención de créditos gubernamentales y la administración de la producción bajo la forma de sociedad cooperativa, pronto se tradujeron en una notoria mejoría de las condiciones de vida de los trabajadores del ingenio. Y como ahí donde hay trabajadores hay futbol, diez años después de la fundación del ingenio y del municipio se dio forma legal y mayor sustento económico al equipo de futbol de la localidad, que en 1948 se convirtió en el Club Zacatepec y ese mismo año construyó su estadio, que más de tres lustros después recibiría su actual nombre: Agustín “Coruco” Díaz, en recuerdo de toda una leyenda del Zacatepec, primer jugador morelense en ser convocado a la selección nacional y que tuvo que retirarse del futbol en 1960 por padecer leucemia, enfermedad que le causó la muerte en diciembre de 1961.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española destina la palabra “zafra” para designar la “cosecha de la caña dulce”. Zafra proviene del árabe safrah, que significa “viaje”. Paradójicamente, el equipo de futbol de la zafra, los Cañeros del Zacatepec, han tenido un viaje por la historia del futbol mexicano que sólo fue dulce en sus inicios. Tras arribar a la Primera División en la temporada 1951-1952, le bastaron tres temporadas para coronarse campeón de la máxima categoría en el torneo 1954-1955, título que volvieron a conquistar en la 1957-1958 con Ignacio “Nacho” Trelles como entrenador y contando entre sus filas a Raúl Cárdenas y a José Antonio Roca —los tres, con los años, serían directores técnicos de la selección nacional en las Copas del Mundo de 1962 y 1966, 1970 y 1978, respectivamente.
En cambio, la década de los años sesenta estaría marcada por altibajos más agrios que dulces para el equipo de la franja verde: descienden a la Segunda División en 1961, vuelven a ascender en 1963, descienden nuevamente en 1966 y regresan a Primera en 1970.
Entre 1977 y 1984 viven otra saga de descensos y ascensos hasta que el 27 de mayo de 1985 dejaron su último rastro en el máximo circuito tras perder el descenso contra el Necaxa a ida y vuelta. El primer partido para no perder la Categoría, disputado en el Estadio Azteca, lo ganó el otrora equipo de los electricistas por marcador 2-1. Los goles rojiblancos corrieron a cargo del argentino Norberto Outes, mientras que por los morelenses Eligio Urieta marcó el solitario tanto —último del Zacatepec en Primera División. La diferencia de solo una anotación parecía un marcador remontable para los albiverdes en el encuentro de vuelta que se jugaría en su casa. Sin embargo, a los tres minutos de haber iniciado el segundo encuentro por el descenso, el arquero necaxista Adrián Chávez le detuvo un penalti al estrella de los cañeros, Alfredo “El Harapos” Morales, yerro que aunado al tanto anotado por Gilson de Oliveira a favor del Necaxa desató la hecatombe: la afición cañera no pudo contener la frustración e invadió enfurecida la cancha del Coruco Díaz. Según testimonio de José Woldenberg, “al día siguiente el influyente Diario de Tlalquitenango, población cercana al lugar de los sucesos, daba cuenta de los bochornosos acontecimientos” con un encabezado que entre otras cosas decía: “…la afición de Zacatepec se transformó en vendaval”.
Qué mejor que la afición morelense de hoy se transforme en un vendaval distinto, que irrigue no de ira incontrolada sino de sano entusiasmo las gradas magníficamente remozadas del nuevo Coruco, que con sus nuevas galas clama por tener unos Cañeros que, como si de azúcar se tratara, endulcen la vida de los pobladores de un Estado deprimido por el abandono del campo y ajado por los saldos de la delincuencia, que sea capaz de regresar de su largo viaje de más de treinta años alejado de la Primera División y de cosechar éxitos futbolísticos como en las mejores zafras de la mítica selva cañera.