Por: José Ramón Gutiérrez de Quevedo
Vuelve la Champions League, ese torneo de platino y aluminio con estadios de cristal y acero que derrama euros. La Champions goza del favor del mundo entero. Nunca defrauda. Su señal baña los cinco continentes a través de la televisión y es así como domina el juego. A pesar de ello, el futbol europeo dejó de ser un coto privado para países ricos. Los mercados comunes, las leyes laborales iguales entre futbolistas, las grandes migraciones sociales en Facebook o Twitter y las antiguas colonias asiáticas, africanas y americanas, lo volvieron un fenómeno global. No hace mucho era impensable que un equipo inglés o italiano, alineara un cuadro con 8 foráneos y 3 nativos.
Hoy, clubes como el City o el Chelsea, salen al campo con minoría de jugadores ingleses. La milenaria genética del futbol europeo, fibrosa y rancia, mutó. Parece una locura, pero la Champions representa el último gran mestizaje de la humanidad. No solo en el campo, en los despachos de los grandes clubes los capitales llegan desde el mundo árabe, norteamericano y poco a poco el chino.
Sus equipos se están volviendo enormes embajadas virtuales, a los cuales cada vez es más sencillo afiliarse o sentir identificación en cualquier parte del mundo. Las nuevas generaciones de aficionados, jóvenes entre los 15 y 25 años, hoy tienen como primer equipo en su vida un Club europeo antes que cualquier otro, incluyendo alguno de su país. México D.F; por no ir más lejos, representa la ciudad con mayor número de fans en Facebook para el F.C. Barcelona en todo el mundo.
La influencia mexicana en clubes como Barça o Real Madrid, es un tema muy valorado en reuniones con ligas y clubes, donde se desarrollan mecanismos de integración comercial con el fin de que la dependencia de los clubes sea cada vez menor por ingresos de televisión y mayor por otros acuerdos. En términos prácticos que sean autosuficientes; sobre todo los “pequeños”, garantizando economías saludables en sus ligas. A falta de métodos homogéneos que cualifiquen audiencias globales -la medición es relativa-, la variable Facebook funciona como índice común. Allí el Barça encabeza la lista de las franquicias deportivas con más seguidores en el mundo: suma 74 millones de fans. Continúan el Madrid con 72, el United con 57 y los Lakers con 21 millones. Es verdad que el sesgo de la variable Facebook impide un análisis riguroso porque influye el número de habitantes por país, su penetración de internet o la afinidad hacia algún jugador. Pero las decisiones comerciales se toman cada vez más en función de la influencia en redes sociales y el consumo del futbol en dispositivos portátiles.
La vieja Copa de Campeones de Europa, dejó de ser aquel tradicional y elegante torneo en Technicolor para volverse digital y así, con los mejores equipos del mundo enfrentados, los aficionados vuelven a pegarse a las pantallas de televisión, pero cada vez con mayor frecuencia, a las de un iPhone, formando parte de sus equipos.