Por Roberto Guerra
Jorge Alberto González Barillas nació un 13 de marzo de 1958, en un barrio pobre de San Salvador. Venía de una familia numerosa, el menor de ocho hermanos. Jorge siempre tuvo algo especial, algo que lo hacía distinto, algo Mágico que se haría palpable en el momento que pisara un terreno de juego.
El mundo del fútbol tiene tantas vertientes que inclusive a veces nos regala tintes mágicos, esta historia es una de esas. El Mágico era especial, él hacia lo que quería con la pelota, a él no le importaba el dinero, solo le importaba divertirse. El Mago pudo haber jugado en grandes clubes, pero él siempre hizo lo que quiso, esto lo llevo a desarrollar gran parte de su carrera en el Cádiz.
En el club español fue feliz e hizo feliz a la gente, se volvió un ícono y le dio a ese modesto equipo y a su afición, la oportunidad de disfrutar con su fútbol y su genialidad. Hay una anécdota que resume de forma perfecta lo que fue su magia y lo que podía hacer dentro de un terreno de juego, cuando se divertía.
El Cádiz se jugaba una semifinal del Trofeo Ramón de Carranza contra el Barcelona; Jorge no llegó a tiempo al partido, lo que obligó que tuviera que iniciar desde el banco. En el medio tiempo su equipo iba perdiendo 3-0. Todo cambió cuando él entró, con dos goles y dos asistencia el equipo andaluz pasó a la final con un marcador de 4-3; magia pura de los botines del salvadoreño.
Es un hecho que hay historias que no debemos intentar comprender y sólo nos toca disfrutar, ésta es una de esas, el Mago del Cádiz era uno de esos futbolistas que no salen a menudo, tan diferentes y desafiantes que nos hacen recordar que el fútbol es un juego que se debe disfrutar y que una simple pelota es capaz de detonar la más bella de las ilusiones.