Por: Farid Barquet Climent
A Rodrigo Puchet Dutrenit
Hoy en Natal se enfrentan Uruguay e Italia por el pase a los octavos de final.
No todos los aficionados al futbol saben que el artífice del maracanazo —partido sinónimo de tragedia colectiva con epicentro en un rectángulo de pasto— el verdugo histórico de la selección brasileña, el aguafiestas que encajó el segundo gol uruguayo en la final del Mundial de 1950, Alcides Ghiggia, después de llevar al paisito sudamericano a la gloria mundialista aquella tarde fatídica para sus anfitriones, defendió los colores de Italia durante las eliminatorias para la Copa de 1958, gracias a los antecedentes familiares que su apellido no puede disimular y a las ofertas económicas que le hicieron clubes como el AC Milán o la Roma.
Aquel extremo centelleante que con la camiseta uruguaya profanó el suelo brasileño como nadie se ha atrevido a hacerlo hasta ahora, vestido de azurri fue una reminiscencia deslucida de sí mismo: la selección de Italia, con Ghiggia entre sus figuras, no pudo calificar al Mundial de Suecia. La magia de aquel joven que con un derechazo fulminó a Barbosa la noche del maracanazo, no sirvió para impedir que su nueva selección sucumbiera ante Irlanda del Norte siete años después en el camino a Suecia’58.
Alcides Ghiggia, nacido el 22 de diciembre de 1926, es el único jugador vivo de los 22 que se enfrentaron en el célebre maracanazo. Por ese motivo, sería de mal gusto —aun en sentido figurado— hablar del “fantasma de Ghiggia”. Sin embargo, precisamente el día de hoy, a escasos minutos de que inicie el partido entre Uruguay e Italia, me gustaría preguntarle a él: de entre esas dos camisetas ¿a cuál le tiene usted reservado el gozo inigualable de ganar en suelo brasileño?