POR: Raúl Garrido
A partir de 1989 con la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana, Europa reajustó sus fronteras una vez más. La Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) se separó y con ello el bloque –mal llamado- comunista se dividió en diversos países. Lo mismo ocurrió con la República de Yugoslavia que también se partió debido a su complejidad multiétnica. El grueso de la población de Yugoslavia se componía de musulmanes bosnios y el resto en su mayoría serbios y croatas.
Esto ocasionó una terrible y sangrienta guerra entre los comunidades exyugoslavas que se atacaron las unas contra las otras. La guerra duró casi tres años con un saldo de casi 100 mil personas asesinadas. Uno de los peores episodios ocurrió en Srebrenica, donde un grupo militante serbio mató a cerca de nueve mil hombres bosnios, incluidos niños y ancianos. Cientos de apellidos quedaron marcados de por vida como responsables de la masacre.
Toda la población de Bosnia tiene su propia historia que contar respecto al modo de vivir la guerra, los jugadores incluidos. Begovic salió su ciudad, Hrasnica en el este de Bosnia, cuando tenía cuatro años solamente. Radicó un tiempo en Alemania y al final su familia optó por cruzar el charco y comenzar de nuevo en Canadá. “Mis padres y mis abuelos habían hecho su vida en Bosnia y lo perdieron todo. Vivimos al estilo bosnio en todos los lugares en los que estuvimos, ya fuera en Alemania o Canadá. Adoptamos la cultura de todos pero siempre hemos sido bosnios”, resalta con un acento americano marcado, pero con el orgullo de ser bosnio.
Cuando Edin Dzeko llegó a Manchester le preguntaron cómo había sido su infancia, la respuesta era más que obvia: “¿Qué cómo fue mi infancia? Una mierda”, respondió con los ojos de quien prefiere olvidar el trago amargo. Más de mil niños murieron en Sarajevo, casi 40 mil casas quedaron destrozadas. El pequeño Edin sobrevivió en la casa de sus abuelos, donde vivieron 15 personas en 35 metros de superficie. El decorado de la casa no podía ser otro que un poster del ucraniano Andry Shevchenko.
“Tenía seis años cuando la guerra empezó. Fue terrible. Destruyeron mi casa, así que fuimos a vivir con mis abuelos. Toda la familia estaba ahí, éramos 15 dentro de un departamento de 35 metros cuadrados. Fue muy difícil. Nos estresaba todos los días que algún conocido hubiera muerto”, le comentó el goleador del City al escritor Jonathan Wilson.
“Vi demasiadas cosas horribles”, declaró alguna vez Ibisevic. Mataron a uno de sus tíos y también a su padre, además todo su barrio fue arrasado, como muchos bosnios –cerca de dos millones- se convirtió en un refugiado de la guerra. Ibisevic llegó hasta los Estados Unidos desde Vlasenica. Lo mismo ocurrió con Selimovic, a quien su madre vistió como niña para salvarlo de la masacre que serbia ejerció sobre los bosnios.
Para Ibisevic “un gol de la Selección es más que un gol”. Selimovic piensa de la misma manera “Cuando Dzeko hace un gol, anotan con él todos los refugiados bosnios del mundo. Es nuestro ejemplo y esperanza, nuestro cuento de hadas”. Por ello Begovic piensa que el amor que la gente tiene por su país es asombroso, para ser un país tan pequeño en extensión territorial, pero tan grande en corazón.
El atacante del City se sintió más fuerte mentalmente cuando la guerra terminó en 1995. La Selección Nacional significa algo más que un equipo de futbol para los bosnios, la Selección se ha vuelto un punto de convergencia de refugiados, de los hijos e hijas de los refugiados a los que la guerra dispersó por Europa, por el mundo, y a los que les robó una vida y les quitó todo en su amado país.
Fue contra Albania cuando jugaron su primer partido amistoso en 1995 tras el Acuerdo de Dayton que puso fin a la guerra. Sólo eran ocho jugadores fijos del seleccionado y el entrenador y asistentes se plantearon jugar si el equipo no reunía el once inicial, además compraron su propio uniforme en una tienda de artículos deportivos en Zagreb. Perdieron 2-0. “Sólo queríamos tener una Selección Nacional, sin importar la alineación, sin importar el desempeño, sin importar el resultado”, dijo el primer técnico de Bosnia Fuad Muzorovic.
En sólo 18 años jugarán un Mundial por primera vez en su historia, “Todos viven en el pasado y en lo que ocurrió hace 20 años. Pero si logramos algo es para decir: Es un nuevo país, una nueva forma de hacer las cosas y un nuevo futuro”, dice Begovic.