Por Alejandro Miranda
El número para una playera nueva o de nuestro equipo siempre lo escogemos tranquilamente, puede ser porque nos gusta, por querer imitar a nuestro ídolo o por el nivel que tenemos, o incluso acomodarnos a lo que nos den.
Déjenme decirles que en el Salvador se tiene que tener cuidado para ver los dorsales que los jugadores de los equipos de barrio elegirán, puede ser cualquiera, pero por nada del mundo el “13” y “18”.
Esos números están prohibidos porque de usarlos la persona podría morir. No se trata de una maldición como la de Cruz Azul o cosas así, más bien se debe a la violencia y bandas que acechan al país.
El periodista salvadoreño, Salvador Sagastizado, aseguró a la revista Líbero que la mancha en el deporte es algo constante, que la vida siempre está en juego dentro de una cancha, sea por el color de piel, la ropa o el mismo dorsal. Aquí es donde los dígitos entran a escena en relación con los pandilleros.
Por ejemplo si alguien es de la Mara Salvatrucha, no puede asistir a jugar una cáscara si entre los chavales hay alguien con el “18” porque se metería en zona ajena, en este caso el Barrio 18. Así es siempre, lo mismo con el “13” y las playeras que tengan terminación en “3” y “8”.
La situación llega a complicarse a tal grado de que en los torneos cuando visitan sus zonas, estas personas rodean al equipo rival para intimidarlos y advertirles que se vayan si quieren seguir vivos, pero si se quieren quedar a jugar es obvio que ya fueron.
Existió un caso en el que unos decidieron jugar, pero cuando se detuvo el juego por una falta, un jugador salió a tomar agua y ¡pum! le dispararon lo que desató las balas de los demás integrantes.
Otro caso es el de Cristian Alexander Campos Sosa, de 19 años, quien aunque no pertenecía a ninguna pandilla amaneció muerto por 14 disparos, unos días después de que le anotó un gol a un equipo de la Mara.
Hasta los árbitros la sufren porque a pesar de que los traen de otros lados que nada tienen que ver con esos barrios para que exista igualdad, terminan por recibir órdenes de no marcar ciertas acciones. Aunque existen casos en que los profes no están enterados y terminan por amonestar a un líder o por expulsar a alguien del grupo, lo que le origina la muerte después del juego o si bien le va no le pagan.