Por: Raúl Garrido | @RauGarr
Por su semblante, le dicen el Hombre de hielo. Un tipo serio, poco expresivo, concentrado en el trabajo y sin una sonrisa en el rostro. Nos deleitaba con su talento. Así era en la cancha Dennis Bergkamp, no por ello dejaba de divertirse: “Cuando jugaba estaba tan concentrado que parecía de hielo. Pero por dentro estaba muy feliz”, relató el holandés para la revista inglesa Four Four Two. El último gran “10” del equipo del norte de Londres.
De niño, la seriedad lo distinguía del resto de sus compañeros, tanto en el colegio como en los entrenamientos. A los 11 años apareció el Ajax y se interesó en sus servicios como jugador en las inferiores, sus padres no lo permitieron, “creían que en el Ajax todo era abrigos de piel y fanfarronería, así que dijeron ‘no eres tú; disfruta el futbol y ya’, ellos tenían los pies en la tierra”. Un año después, cuando Dennis tenía 12, el Ajax regresó por él y otro chico de la zona, así que comenzó la aventura.
Dos entrenamientos por semana con el único objetivo de ganar el partido de la jornada y nada más que disfrutar del juego. Así era el Ajax de aquel entonces, y probablemente lo siga siendo hoy en día. A los 17 años debuta en el primer equipo donde jugaría siete años, desde 1986 hasta 1993, 185 juegos, 103 goles y un futuro prometedor. Deslumbra en la Eurocopa del 92 y eso le vale fichar por el Inter, en la entonces mejor liga del mundo, la italiana.
Pero el Calcio no era para Bergkamp, dos años de sufrimiento y martirio, acosado por la prensa que no paraba de lincharlo cada vez que podía, ya fuera dentro o fuera de la cancha, daba lo mismo que no marcara o se cortara el cabello, la prensa italiana fue muy dura con el holandés, quien nunca se pudo adaptar al país de la bota. Participó en 52 juegos y marcó 11 goles, muy por debajo de las expectativas que se tenían de él. Ninguna de las dos partes estaban contentas.
La falta de adaptación de Bergkamp se debió a un problema psicológico, el temor a volar. El miedo a los aviones lo ponía muy nervioso, “tres días antes de un juego me preocupaba por el siguiente vuelo. Durante el partido pensaba en el vuelo de regreso. Ese miedo me impedía disfrutar el futbol”. Así que cuando Bruce Rioch del Arsenal se interesó en ficharlo no lo pensó dos veces ya que en Inglaterra las distancias son más cortas y se puede viajar por carretera.
Con los Gunners dejó atrás su etapa como delantero goleador para ocupar la posición que lo eternizaría, la de enganche. Marcó 120 goles en 423 partidos más cientos de asistencias a sus compañeros, de eso puede dar crédito Ian Wright o Thierry Henry. Dennis dejó huella en Highbury pero también en todos aquellos que amamos el futbol. Imposible olvidar el gol contra Argentina en Francia98, el que le hizo al Newcastle o el del sombrerito a Leicester, arte en movimiento.
Cuando llegó a Highbury tuvo un año aceptablemente bueno, pero inmediatamente se fue Bruce Rioch, el DT: “cuando se fue, lo que me inquietaba era que el síndrome italiano volviera a ocurrir”. Todo se calmó cuando Bergkamp supo que el entrenador sería Arsène Wenger, un director técnico francés que gustaba del buen futbol en el Mónaco, y en donde sin duda encajaría a la perfección. “A esa edad, con la forma en la que estaba jugando, nunca me preocupé por mi lugar”.
Así fue, Wenger supo sacar lo mejor de Dennis hasta volverlo el jefe en la cancha, le dio libertad y confianza para llevarlo a su mejor nivel nunca antes visto. De la mano del Hombre de Hielo, Arsenal ganó tres Premier League, una de ellas la histórica de forma invicta en 2004, cuatro FA Cup y a manera individual se llevó el premio al mejor jugador del año en 1998. Más allá de los logros y los trofeos, verlo en la cancha era un deleite, su toque elegante valía el boleto por sí mismo.
Artículos Relacionados:
