Por: Roberto Quintanar
Si existe una garantía en la vida es que el esfuerzo siempre tendrá su recompensa. Y si este esfuerzo viene acompañado del talento, la recompensa será doble.
En efecto, tal vez Eduardo Herrera no sea un jugador espectacular, pero el que se haya convertido en el mejor delantero mexicano de la última temporada no es casualidad. El hombre de Pumas trabajó duramente, picando piedra desde los extintos Pumas Morelos y teniendo que pasar por momentos difíciles que incluyeron una salida a Torreón por seis meses en los que tampoco tuvo constancia.
La vuelta al banquillo auriazul de Guillermo Vázquez fue su revulsivo como jugador. La confianza de Miguel Herrera, quien acertó al llamarle en su mejor momento, el empujón que faltaba al Grande para demostrar con goles que tiene suficiente calidad para portar la camiseta verde (hoy blanca o negra por cuestiones del diseño la marca que viste al 'Tri', Adidas).
Lalo tuvo su recompensa esta tarde en Chiapas, una que jamás olvidará. El número 20 del cuadro tricolor marcó dos goles a Guatemala, aumentando su cosecha de pirulos con la Selección Mexicana.
Hoy, Herrera se perfila como uno de los jugadores que podrían estar en el once inicial cuando México debute en Copa América. Sin atraer mucho los reflectores, el ariete auriazul se ha ganado lo que tiene con base en el trabajo, entendiendo que en este juego siempre habrá algo por mejorar y haciendo caso omiso a las inclementes voces críticas y de burla que pusieron en tela de juicio su calidad.
Fue la tarde de Lalo Herrera. La tarde del hombre de trabajo duro y un corazón tan grande como su apodo cuando viste el jersey nacional.