Por: Farid Barquet
Argentina y Holanda se han enfrentado dos veces en Copas del Mundo: en la final del Argentina’78 y en los cuartos de final de Estados Unidos’94. El primero de esos encuentros terminó en victoria para los argentinos (3-1) pero envuelta, si no es que empañada, por una nube de especulaciones.
Toda vía hoy persisten las dudas sobre la legitimidad del pase a la final de los albicelestes, quienes necesitaban vencer a Perú en la semifinal por al menos cuatro goles de diferencia, lo cual lograron, pues se impusieron 6-1, pero la sospecha de que se trató de un triunfo espurio aumentan si se toma en cuenta, que Argentina padecía entonces una cruel dictadura que si fue capaz de asesinar y desaparecer a miles de disidentes, no habría tenido ningún tipo de miramiento en amedrentar al conjunto peruano durante el entretiempo. Además, abona a la desconfianza el hecho de que el arquero de la selección rojiblanca —que tuvo su cuota de responsabilidad en varios de los goles que recibió— contaba con la nacionalidad peruana pero vino al mundo y tuvo sus inicios futbolísticos en Argentina.
Pero además, hay quienes sostienen que esa Copa se la habría llevado Holanda de haber contado con Cruyff entre sus filas. El genio del Barcelona, tras haber acariciado la Copa Mundial cuatro años antes, decidió no asistir al Mundial de 1978 no por el desgaste pulmonar que le causó su adicción al tabaco, sino que lo hizo por humanidad y congruencia política: no estuvo dispuesto a correr detrás de un balón mientras en ese misma nación se cometían detenciones arbitrarias, torturas, asesinatos y desapariciones contra gente joven como él[1].
Pero quienes sospechan tampoco deben demeritar que la selección argentina comandada por Menotti desplegó un futbol de gran belleza y efectividad, gracias a auténticos monstruos de la talla de Fillol, Pasarella, Ardiles, Houseman, Gallego, Kempes o Luque, cuyo talento en el campo nada tenía que envidiar a los herederos de la “naranja mecánica” —apelativo del equipo holandés que, se sabe, molestaba muchísimo a Stnaley Kubrik— de 1974 como Neeskens, los hermanos van de Kerkhof o Rensenbrink, a los que gracias a una soberbia actuación del “Matador” que entonces jugaba para el Valencia de España, terminaron imponiéndose en el Estadio Monumental de Buenos Aires (Ver video 1 abajo).
El siguiente enfrentamiento tuvo lugar veinte años después durante los cuartos de final del Mundial Francia’98. Lo que marcó la diferencia para la victoria holandesa (2-1) fue un gol de antología, de esos que además de quedar consagrados en los anales de historia del futbol deben gozar de todo un capítulo en los manuales de iniciación para futbolistas.
Su autor, Dennis Bergkamp —cuya fama, además de su destacada trayectoria en clubes de Holanda, Inglaterra e Italia, obedecía también a su conocida aerofobia, es decir, su miedo a volar—si bien no era afecto a subirse aviones, se dio el gusto de hacer hacer descender, hasta la comodidad de su pie derecho, un balón proveniente del Aeropuerto Internacional Pierna Zurda de Frank de Boer, que viajó por aire más de sesenta metros para después, con un toque apenas perceptible cual roce de un tulipán, mandó a cebar mate al central argentino Ayala y, con la parte externa del mismo pie, dio un pincelazo digno de su paisano Rembrandt que dejó al “Mono” Burgos, guardameta pampero, literalmente hincado ante semejante obra de arte (Ver video 2 abajo).
Ambas selecciones hoy se vuelven a enfrentar. Las preguntas sobre el probable desenlace del partido pasan más por la gracia que le asista a sus dos respectivas figuras —que responden a los nombres de Lionel Messi y Arjen Robben— que por el funcionamiento general de las dos escuadras, que en los dos casos ha sido manifiestamente deficitario durante todo el torneo.
En 1948, José Vasconcelos —quien, en opinión de Octavio Paz, era “un hombre tocado por el absoluto”[2]— escribió: “los nombres propios argentinos, por lo mismo que no son caudillos locales, son nombres internacionales”[3]. Si un nombre propio argentino está lo más lejos posible de identificar a un cacique local y, por el contrato, su pronunciación tiene resonancias en todo el orbe, es precisamente el de Lionel Andrés Messi Cuccittini —pues a pesar de sus inicios en los potreros rosarinos, fue formado sobre todo en La Masía, escuela de futbol del Futbol Club de Barcelona—, quien hoy se verá ante el reto de dar un paso más, ganar a Holanda y llegar a la final, a fin de terminar de confirmar esa condición de internacional —que al parecer Vasconcelos ya le presagiaba— y de por fin convertirse en un universal, tocado por el absoluto.
[1] Wernicke, Luciano, Historias insólitas de los mundiales, Planeta, México, 2013, pp. 155-158.
[2] Paz, Octavio, citado por Krauze, Enrique, “Pasión y contemplación en Vasconcelos”, en, del mismo autor, Mexicanos eminentes, Tusquets, México, 2012, p. 82.
[3] Vasconcelos, José, “El pensamiento argentino”, en, del mismo autor, La raza cósmica, Colección Austral Espasa-Calpe, México, 4ª edición, 1976, p. 206.