Por Carlos Enrique Castañeda
Lejos de los protagonistas del balón, hay ciertos personajes que tienen un lugar especial dentro de nuestra pasión futbolera. Pasando por las mascotas, las barras bravas y hasta las porristas, nadie le gana al vendedor de chelas. No sabemos si posee poderes sobrenaturales, si viene de otro mundo o simplemente fuimos bendecidos por un ser supremo. A continuación, te damos algunas razones por nuestro afecto hacia ellos.
Pueden abrir el mar
De acuerdo con la Biblia, Moisés fue capaz de abrir el Mar Rojo para escapar de los egipcios. Sin embargo, nuestros vendedores de cervezas sólo con su grito de guerra, “chelas, chelas“, son capaces de encontrar camino entre miles de aficionados, asientos y escalones. Tal vez estará lejos de ti, pero llega a tu lugar más fácil que el Hombre Elástico.
Confianza suprema
Cuando pagas el taxi o le prestas dinero a un amigo porque no llega al fin de la quincena, lo haces con duda al no saber si volverás a ver el cambio. Pero cuando se trata de una chela todos nos unimos para pasar tu billete de 500 pesos con confianza porque sabes que tu cambio volverá íntegro a tus manos.
Perdón absoluto
El vendedor de chelas está tan profundo en nuestro corazón que le perdonas un empujón e incluso que derrame un poco de tu cerveza. A él se le perdona todo. De hecho, tan atento es que hasta cuando “perdona, gallo” sientes que es hasta de la familia.
Control del clima
No importa si estás en Ciudad Universitaria al mediodía, en Torreón o en Monterrey, tu chela estará bien fría. Nuestro vendedor favorito puede cargarlas por 40 minutos debajo del sol y aún así te la dará como salida del refri. Es como si Iceman o Tormenta, de los X-Men, te llevaran tu bebida.
Audición aumentada
Basta chiflar o gritar una sola vez para tener a tu disposición al mensajero de la cebada. Puede estar siete y ocho gradas por arriba o debajo de nosotros, pero con la misma agudeza con que nos escucharía Superman, nuestro aliado de la sed en el estadio nos ayudará a disfrutar del partido.